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viernes, 3 de noviembre de 2017

¿Qué pasa en España?


La Constitución del 78 ha dejado de ser un instrumento para la cohesión, la armonía y la paz entre los españoles. La ley es una herramienta al servicio de los ciudadanos y no al revés. Cuando una parte importante de la sociedad pone en cuestión la legitimidad de la ley, porque ha dejado de considerarla justa, quiere decir que ha llegado el momento de cambiarla. Esto es lo que ocurre ahora mismo en España.

El problema es que España está dividida entre aquellos que esgrimen la Constitución como un marco legal intocable y aquellos que consideran que se ha convertido en un freno a sus legítimas aspiraciones.

Esta realidad ha llegado a su paroxismo con el conflicto catalán. Pero hay muchas otras cuestiones, hoy larvadas, que hacen que muchos ciudadanos, no solamente catalanes, crean que hemos llegado al final de un recorrido.

El encarcelamiento de los miembros del Govern de Catalunya por una juez de Madrid ha desbordado el marco del conflicto catalán y se ha convertido en un problema mayor que ha abierto los ojos a muchos, en todo el mundo, sobre la salud de la democracia en España. La puesta en prisión de los cargos electos del pueblo catalán por una juez de la Audiencia Nacional, de forma arbitraria y contraria a la ley, en un acto que obedece a la venganza más que a la aplicación de la justicia, demuestra que la ley en España pasa por encima de la voluntad popular soberana. La soberanía popular, que consagra la tan blandida Constitución, vuelve a ser enmendada una vez más por los tribunales.

La situación es insostenible. El conflicto ha adquirido unas proporciones descomunales. España ya está incendiada. El Gobierno del Estado y los estamentos del poder judicial conjurados para castigar de forma implacable a Cataluña, no se detendrán hasta que los ciudadanos demócratas de todo el Estado destituyan al gobierno actual y permitan que un nuevo equipo inicie un proceso de pacificación. El conflicto catalán tiene solución, pero no con unos partidos en el poder que tienen el propósito de desmontar el Estado Autonómico. Hay que aceptar la realidad de que España es un estado plurinacional y que la actual Constitución discrimina esta realidad. No podemos seguir rigiéndonos por una ley suprema que se redactó al final del Franquismo. Ahora ya no sirve; a las pruebas me remito: por culpa de ella, el país está sumido en el caos camino de su destrucción. Los llamados “constitucionalistas”, encastillados en el Régimen corrupto del 78, han optado por la fuerza, por el aplastamiento del adversario. Los catalanistas, desesperados, se refugian en el independentismo. Están a la vista unas elecciones que todos miramos con recelo, pues difícilmente se darán las condiciones para que sean libres. Para empezar, los líderes civiles y los cargos electos de los ciudadanos de Cataluña están en la cárcel. ¿Qué más tienen preparado para hurtarnos un resultado que no toleran?

Europa debe implicarse. Ya está bien de mirar hacia otro lado. En la Guerra de los Balcanes miraron para otro lado y asistieron impasibles a un genocidio. En la crisis de los refugiados, han mostrado su rostro más inhumano y execrable, dando de lado a millones de seres humanos desesperados que escapaban de la muerte. En lo más crudo de la crisis económica, han dado la espalda a los ciudadanos europeos pobres para proteger los derechos de los ricos. ¿Van a hacer el mismo papel ahora con Cataluña?


Hay una cosa que está muy clara. La represión no va a funcionar. Los ciudadanos oprimidos no van a conformarse con callar y renunciar a sus derechos y legítimas aspiraciones. La lucha será larga y encarnizada. 

Foto: Emilia Gutiérrez. La Vanguardia


domingo, 22 de octubre de 2017

El golpe del 155

Yo te pregunto a ti… ¡sí, a ti; el que estás leyendo esto ahora mismo! ¿te parece bien el desmantelamiento de las Instituciones de Cataluña en aras a “restablecer el orden” que decidirá el Partido Popular? ¿un partido que tiene una representación residual en Cataluña y que levanta fundadas sospechas de sentir odio hacia los que defienden ideales independentistas, con los que se sienten identificados al menos la mitad de los catalanes?

No me quiero dirigir ahora a todos los que legítimamente defienden la independencia – hace falta recordar que estas ideas están permitidas por la Constitución que tanto se esgrime--, sino a todos aquellos que, en Cataluña, pero también en España, creen que la democracia es el marco en el que deben resolverse los conflictos. ¿Entienden, todas estas personas, que esta es la manera de resolver el gravísimo conflicto que nos ocupa? Estoy convencido que no. Yo creo que, en España, igual que en Cataluña, los ciudadanos razonables entienden que los gobiernos no han estado a la altura, han encauzado mal el conflicto y lo han abocado a un campo minado.

Se puede estar fervorosamente en contra de la independencia, ¡sólo faltaría! Pero yo pregunto: ¿esa es la manera –el golpe del 155-- como mis conciudadanos creen que se debe resolver el conflicto? Seamos honestos: ¿puede considerarse legítimo que el Gobierno y el establishment español destruyan las Instituciones que los catalanes hemos construido a lo largo de los últimos cuarenta años? Se escudan en la ley para perpetrar tamaña barbaridad, pero son ellos los primeros que se la saltan a la torera organizando este desaguisado. Vuelvo a apelar al sentido de la legitimidad y de la proporción de mis conciudadanos: El actual gobierno del PP pretende, bajo el amparo del golpe del 155, hacerse con las riendas del gobierno de Cataluña, amordazar al Parlament, censurar los medios de comunicación, encarcelar a adversarios políticos, amedrentar a nuestros representantes políticos con la amenaza de arruinarlos o encarcelarlos, someter a funcionarios públicos que no acaten las nuevas directrices con la suspensión de su sueldo y un largo etcétera que todos conocéis. ¿Esta es la manera de defender la Constitución, de apelar al orden y la ley? Yo creo que no.. ¿y tu? Algunos alegan que lo que nos pasa nos lo hemos buscado. Volveré sobre una imagen que ya he utilizado en posts anteriores: El maltratador justifica sus hechos diciendo que la víctima lo provocó. Como si esa provocación justificara la violencia que sobre ella ha ejercido de una forma intolerable y cobarde. Pero ahora la cosa va más allá: en una venganza tan ciega como arbitraria, después de haber perpetrado su execrable crimen, las autoridades han designado al propio violador como custodio de la víctima.

Volvamos al principio de realidad. Hay un problema: 2,3 millones de catalanes llevan pidiendo una solución a su problema desde hace años sin que el Estado lo haya atendido. Al contrario, en una actitud de desprecio y de prepotencia se ha negado a trabajar en una conciliación que aviniera a todas las partes y siguiera garantizando la convivencia. Así hemos llegado a dónde estamos. Ahora, además, se suman en Cataluña muchos más ciudadanos que sin ser ni mucho menos independentistas ven con rabia e indignación que el Estado en el que han creído hasta ahora, conculca las más elementales formas democráticas. Y no están de acuerdo.

Y yo vuelvo a preguntarle a mis conciudadanos, dejando aparte el conflicto catalán, ¿creen realmente que el sistema que compone el PP, con la complicidad de Ciudadanos y del PSOE, es democrático? ¿se han preguntado qué hay detrás de esta actitud intransigente? ¿tiene algo que ver la corrupción del sistema y el temor a que, poco a poco, los ciudadanos vayamos destapando el inmenso fraude con el que nos han estado engañando y robando en los últimos decenios?

Hoy pagamos los catalanes con el infortunio de ver como se nos reprime y se destruye nuestra libertad. Muchos de vosotros, hoy ciegos por ver cómo se castiga la iniciativa independentista en la que legítimamente no creéis, ignoráis el ultraje contra las libertades que se está perpetrando. Pero pensad que mañana seréis los siguientes cuando, enarbolando con orgullo vuestras convicciones, veáis como ese mismo Estado autoritario masacra también vuestras libertades.


jueves, 25 de mayo de 2017

La encrucijada española

Espectacular victoria de Pedro Sánchez. Sorprendente y, hasta cierto punto, inesperada. Los doscientos mil militantes del partido socialista han dicho basta. La trascendencia de estas primarias del PSOE es enorme para esta compleja partida de ajedrez que es la política española. Yo me he llevado una sorpresa y, hasta cierto punto, siento un moderado optimismo sobre las consecuencias de este movimiento sobre los asuntos políticos. La investidura de Rajoy fue ignominiosa; ¡los socialistas invistiendo a Rajoy, que vergüenza! Tampoco podía comprender cómo los socialistas aceptaban a una lideresa tan mediocre e intransigente como Susana Díaz. Me alegro mucho; ¡la militancia tiene buen ojo! Es un voto que demuestra la vitalidad democrática y la madurez política de unas bases que han tenido la valentía de plantar cara a los jerarcas de su partido. Han dicho basta a una organización secuestrada por su aparato. Un aparato formado por viejas glorias, apoltronados jerarcas que, abusones, han convertido al partido en una empresa al servicio de sus intereses personales. Unos intereses personales vinculados con el “régimen PPSOE” que ha gobernado este país en los últimos años, con una alternancia que parece pactada, consistente en la práctica sistemática del nepotismo y el saqueo de las arcas públicas, a cambio de favorecer los intereses de las grandes corporaciones empresariales y financieras. Yo me quedé de piedra el día que leí que Felipe González había presentado a Susana Díaz, como nueva líder del partido, a los principales banqueros y empresarios del país, para obtener su tácita aprobación. Poco a poco, los votantes españoles vamos descubriendo el inmenso fraude al que hemos estado sometidos.

Yo opino que la victoria de Pedro Sánchez puede tener una inmensa trascendencia política para el futuro inmediato de este país. Plantea una movida en el tablero de ajedrez que puede cambiar el signo de la partida, trastocar la política española. Pienso que un “nuevo” PSOE --renovado con gente más joven, honesta y eficiente--, podría desbloquear el problema más grave que tenemos planteado: la cuestión catalana. Las declaraciones de Pedro Sánchez reconociendo la identidad plurinacional del Estado español son un buen augurio. Ha conseguido una gran victoria, una victoria muy holgada. Esto lo inviste de un gran prestigio y autoridad, que ha de aprovechar. Tiene la delicadísima misión de sumarse a la regeneración de la política española, de sumar a las gentes que votan al partido socialista a los inmensos cambios que debe emprender la sociedad española, para regenerar sus instituciones y avanzar en las reformas necesarias para construir un nuevo país más democrático y mejor. Tiene que luchar contra el inmovilismo de la vieja guardia de su partido, conchabada con la cúpula del PP para blindar el “Régimen” y evitar que nada cambie. Las viejas glorias del socialismo deben estar removiéndose en sus asientos; no se lo van a poner fácil. Pedro Sánchez deberá demostrar su habilidad para evitar las celadas que le pondrán. ¡Y son poderosos! Cuentan nada menos que con el grupo Prisa y El país detrás. Toda esta red de intereses que se ha ido urdiendo en décadas, no cederá sus privilegios, así como así. Se defenderán con uñas y dientes. Yo creo que ahora, si Sánchez consigue desprenderse de los apoltronados de su partido, debería negociar con Podemos y formar un frente opositor al gobierno con opciones para ganar las próximas elecciones. Si es listo, su gran apuesta sería liderar con el apoyo de Podemos el desbloqueo de la situación catalana. Un bloque reformista mayoritario que puede enfocar un nuevo gran pacto de Estado, desde la asunción de la plurinacionalidad de España. Buscar luego la implicación de los nacionalistas catalanes. No nos engañemos. Esta es la cuestión más importante que deberá afrontar el futuro gobierno. Ya sabemos que las grandes líneas de la política económica vienen impuestas desde Bruselas (léase Alemania). Aquí poco hay que hacer; no importa quién gobierne, España ya no dispone de plena autonomía para regular su política económica. En cambio, la situación creada en Cataluña es muy grave; está poniendo en jaque a todo el Estado. Es de una importancia crucial centrar toda la atención en esto y urge empezar a negociar una salida. Ya sea para pactar un referéndum que pueda abocar en una desvinculación amistosa de Cataluña –no creo que pase, pues parece más probable que gane la opción del no por una ajustada mayoría--, ya sea para establecer una nueva etapa política que convenza a Cataluña a seguir, como nación, dentro del Estado español. Pedro Sánchez podría haberlo conseguirlo cuando se intentó su investidura. Creo que se dio cuenta de que Podemos los aventajaba en esta cuestión. Creo que, finalmente, vio que esta era la llave del futuro. Simplemente, no le dejaron. Lo defenestraron. Los Felipe González, los Rubalcaba, los Alfonso Guerra, los Rodríguez Zapatero… y también el aparato del PP. El establishment del “Régimen”.

No hay otra solución. España no puede navegar con la mitad de los catalanes remando en contra. Los populares se empeñan en un error garrafal: considerar que los catalanes han sido manipulados por sus élites políticas y se han abocado como corderos hacia un callejón sin salida: la independencia. Pero esto no es así; este es un análisis simplista que no se corresponde con la realidad. Hay un descontento real, que afecta a amplias capas de la ciudadanía de forma transversal. De hecho, muchos catalanes consideramos que nuestros líderes son unos hipócritas (léase Convergència/PDCat) pues se apuntaron a la movida tardíamente, arrastrados por las multitudes descontentas. Este análisis es esencial, pues es muy distinto que un movimiento como este proceda desde arriba, sin legitimidad democrática, a que sea un movimiento popular, impulsado por amplias plataformas ciudadanas. Otro error sustancial del Estado, derivado de este análisis equivocado, es pensar que derribando a las élites corruptas catalanas (léase el clan Pujol y todas sus ramificaciones) se acabaría con el independentismo. Error, grave error: el movimiento independentista funciona fuera de esta lógica y se mantendrá a pesar de todas las operaciones de guerra sucia que se planteen contra nuestros líderes (corruptos o no). Hoy por hoy gobierna el PP, lo que clama al cielo visto lo que poco a poco van desvelando los jueces. Es una ignominia, una prueba muy dura que provoca una rabia inmensa. Para mayor agravio, encima, en Cataluña es un partido minoritario, por no decir residual, pero que impone su poder, muchas veces de una forma despótica y revanchista. Esto exacerba todavía más los ánimos y retroalimenta el rencor, el odio y, por lo tanto, las reacciones radicales.

Mal que nos pese, aún hay un fuerte apoyo electoral detrás del PP. Es una situación perversa, pues los millones de votos que tiene el PP y lo legitiman en el poder del Estado, estrangulan la libertad de Cataluña. Conviene que los ciudadanos comprueben poco a poco la vergonzosa y deshonesta administración del Partido Popular. Que descubran que sus prácticas corruptas son sistémicas y no aisladas, debidas a algunos elementos corruptos, como pretenden hacernos creer. La desafección de sus votantes ira calando como una lluvia fina. Por fin podrá establecerse un frente “democrático” sensible a la corrupción y también a la gran cuestión, como digo la más importante: el conflicto Cataluña/España. Es cuestión de tiempo que se establezcan nuevos interlocutores con voluntad de sentarse a hablar. Personalmente, opino que la situación actual es extremadamente peligrosa. El gobierno del PP, con el apoyo de un partido anticatalanista como Ciudadanos, ha tensado la cuerda más allá de los límites razonables. Urge emprender un camino negociador con gente competente, tolerante, que no estén envenenados por el odio y el rencor. Con imaginación, valentía y una nueva visión de las cosas. Mariano Rajoy y su equipo han demostrado su incompetencia para resolver tan espinosa cuestión. Un líder mediocre como Rajoy, enrocado en un cinismo compulsivo, con su estrategia paralizante consistente en no hacer nada. Algunos creen que es una estrategia inteligente; yo creo que su inacción demuestra su falta de imaginación, su incapacidad para actuar, su mediocridad como líder, su falta de talento y de competencia a la hora de sentarse a negociar y resolver conflictos de alta complejidad. Con esta actitud, que puede interpretarse como estúpida, pero también como prepotente y provocadora, ha conseguido exacerbar los ánimos hasta conseguir que una parte nada desdeñable de la ciudadanía esté en pie de guerra. Su actitud irresponsable ha provocado a los catalanes, alimentando una rabia indecible. ¿Qué se pretende conseguir con esto, sino incendiar aún más la situación? Lamentablemente, su partido alimenta el odio y el rencor hacia los ciudadanos que, hartos de no encontrar respuesta a sus anhelos y necesidades, han virado hacia posiciones independentistas. Así, estos altos funcionarios del Estado, anclados en una estrategia de recentralización de España, no son conscientes que ejercen un nacionalismo tan intransigente, por lo menos, como el que intentan combatir.

Muchos catalanes queremos decidir nuestro futuro. La gente debe saber que, según las leyes internacionales, tenemos ese derecho como nación que somos. Unos se decidirán por la independencia, otros mucho no. Ya he dicho que, hoy por hoy, una mayoría ajustada votaría por la permanencia en España. Si es así, deberemos acatarlo. Ahora bien, no se puede seguir mintiendo al resto de los españoles haciéndoles creer que nosotros no disponemos de ese derecho de autodeterminación. Por su parte, los partidos españolistas tienen la obligación de luchar para convencer a los catalanes para que sigan asociados al Estado español. Como en todos los conflictos, hay que ceder contrapartidas; no se puede actuar con la prepotencia de quién se cree superior, intentando la asimilación pura y dura. El diálogo debe ser entre iguales. Muchos en Cataluña esperan esta actitud. La política de imponer por la fuerza no va a ningún sitio. Con esta táctica no conseguirán convencernos de seguir formando parte de España. Deben surgir políticos inteligentes, con reflejos democráticos, capaces de seducir a Cataluña. Esto requiere apertura de mente, diálogo y concesiones por ambas partes. El gobierno actual está desautorizado para esta tarea, por incompetencia. Pero, además, no cuentan con la credibilidad y la autoridad para tan delicada labor. La corrupción endémica en el partido PP los deslegitima para una tarea de tal envergadura y trascendencia. Quizás ya ha llegado la hora de que una nueva generación, más fresca y mejor formada, tome el relevo.


sábado, 8 de octubre de 2016

Golpe de estado, secuestro de la democracia y fraude electoral

¿Habéis leído el artículo que Manuel Castells ha publicado hoy en La Vanguardia? Os adjunto el enlace para que podáis acceder: clicar aquí. No tiene desperdicio, no se puede explicar de una forma más clara y directa lo que está pasando ahora mismo en este país. El artículo es demoledor y conviene recordar que es la contundente opinión de uno de nuestros más brillantes sociólogos, con un curriculum espectacular. Una eminencia que ejerce, entre otras muchas cosas, de profesor universitario de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en Berkeley --nada menos—y, Según el Social Sciences Citation Index 2000-2014, Manuel Castells es el quinto académico de las ciencias sociales más citado del mundo y el académico de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) más citado del mundo (cito literalmente a la Wikipedia). Pues bien, nada menos que una persona cómo él dice cosas como la siguiente y lo cito textualmente:
Mientras usted lee estas líneas en su calma sabatina, los barones regionales del PSOE ultiman una reunión para atar de antemano el comité federal a celebrar los próximos días en donde esperan imponer una fórmula para que Rajoy y el más corrupto partido de nuestra democracia continúen gobernando cuatro años más.
Y dice, refiriéndose a la más que probable abstención del PSOE, que así…
…se culmina el golpe de estado interno que marca un hito en el proceso de degeneración política del PSOE, el partido más histórico de España.
Más claro, todavía: el PP y el PSOE están ultimando los detalles para dar un golpe de estado contra la ciudadanía de este país, encastillándose en el poder y blindándose contra la movilización ciudadana, que empieza a ser consciente de que han secuestrado su democracia.
Además, como bien señala el profesor Castells, se ha producido un fraude electoral por parte del PSOE, pues este partido concurrió a las pasadas elecciones con el lema “no es no” a Rajoy. Por lo tanto, los electores lo votaron para que defendiera esta posición fundamental del candidato. Al ser cesado de forma fulminante, los caciques del PSOE, no sólo han decapitado a Pedro Sánchez, sino que han dado un golpe de estado contra su propio electorado.
Pero hay más en este golpe de mano: una maniobra antidemocrática para neutralizar a los movimientos partidarios del derecho a decidir. Dice Castells:
Se ha creado un bloque constitucionalista que excluye por definición a un tercio del electorado, como si defender el derecho a decidir, legal y democráticamente, fuese un motivo para denegar la participación en el sistema político. Es, en realidad, un frente anticatalán el que está en la base de la alerta roja que se declaró en el partido socialista cuando Sánchez intentó negociar la formación de una alternativa.
Por lo tanto, esto es también un golpe de estado contra una parte significativa de la ciudadanía que quiere expresar democráticamente su derecho a decidir. Hay aquí un movimiento antidemocrático de los llamados “constitucionalistas” para imponer por la fuerza el nacionalismo español.
Pero también sabe Castells que la junta golpista del PSOE no ha decapitado a Pedro Sánchez sólo para imponer el nacionalismo español y las exigencias –digamos—del IBEX 35 así como las perentorias instrucciones –por no decir ordenes que ambos, PP y PSOE-- reciben de Bruselas, sino que “estas brigadas acorazadas sureñas, con amplio apoyo mediático e internacional” –dice Castells—pretenden, en el paroxismo de la vergüenza, blindarse en su poder corrupto, para defender sus prebendas, sus sueldos, sus poltronas ante el pánico de que finalmente los españoles los desalojemos del poder. Esta es la miserable realidad de la situación a la que hemos llegado.
Y dice por último Castells, con meridiana claridad y lucidez, que:
Lo que quieren –esta junta golpista del PSOE—es moverse al centro y construir un cordón sanitario contra Podemos hasta expulsarlos del sistema institucional y confinarlos a la calle en donde los antidisturbios –recordemos las leyes que se han pasado sobre esto—les tienen ganas.

Estoy totalmente de acuerdo con este artículo brillante del profesor. Si lo dijera un ciudadano de a pie, sin los méritos de Castells, sería tildado de extremista y poco cabal. Pero lo dice el profesor de Berkeley Manel Castells. No creo que esta eminencia se juegue su prestigio diciendo sandeces o exponiendo argumentos que no estén bien contrastados. Estoy convencido. Estoy igualmente convencido de que tiene buenas fuentes de información, que dispone de un punto de vista privilegiado para analizar la realidad española, lo que supone un privilegio para los que lo podemos leer y una fuente de opinión valiosísima para nuestro debate democrático. Y yo digo que, finalmente, lo que se está produciendo es un secuestro de nuestra democracia por parte de los partidos protagonistas del sistema corrupto, ya agónico, en que degeneró el régimen democrático surgido en 1978. Está a punto de acceder al poder un partido que nos ha robado a manos llenas como ya se ha hecho evidente en los tribunales. Y, si los ciudadanos no reaccionamos a tiempo, nuestra democracia corre el riesgo de ser finalmente engullida.


lunes, 3 de octubre de 2016

España está enrocada, ¿qué está pasando?: una explicación

Son muchos los que se sorprenden y se indignan por lo que está ocurriendo en España. Es un país sin gobierno, empantanado. Nadie se entiende, todos están enfadados. Los partidos se rompen, los ciudadanos están hastiados… Una sensación de impotencia y zozobra se apodera de una sociedad que ya hace tiempo que ha perdido su norte.

Pero yo pienso que lo que ocurre es bueno. O, mejor dicho, es sano. No os espantéis con lo que digo, dejadme proseguir con mi argumento. Todo este desaguisado es un síntoma de la curación de la herida después de un tremendo desgarro. Una catarsis, una expulsión de los demonios. Sí… porque lo que ha pasado en nuestro país es muy grave, un pequeño terremoto, que ha removido la geografía, los contornos de las cosas tal como los conocíamos hasta ahora, para comenzar todo de nuevo, en un nuevo paisaje, en un mundo diferente. Y éste es el proceso en el que estamos. La noticia mala no es que no haya gobierno. No. La mala noticia es que vuelvan a gobernarnos los mismos. Por eso yo pienso que este impasse, este desgobierno, es un síntoma de hartazgo, una constatación --en la aritmética parlamentaria-- de que algo no cuadra, de que los que pretenden gobernar ya no tienen una masa crítica para hacerlo. ¡Y esto es una excelente noticia!

Hay tres razones de peso que explican este enredo, que justifican tamaña rotura y que exigen un orden nuevo: la plurinacionalidad de España, la corrupción y la creciente pobreza. Y por este orden.

La plurinacionalidad de España es un tema todavía no resuelto. Es muy sencillo: España es un estado plurinacional, es decir, que está formado por varias naciones. Esto es un hecho. Se ha intentado ocultar o superar, sin éxito. Ha llegado la hora de afrontarlo con seriedad, con madurez, honestidad y espíritu libre. No se puede seguir engañando a los ciudadanos explicándoles cuentos chinos. De algo tienen que haber servido estos treinta años de democracia: la sociedad española ya está madura, debe afrontar este conflicto y resolverlo definitivamente. No valen imposiciones. Se precisa juego limpio, dialogo y búsqueda sincera de un pacto. No es de recibo que la unidad de España sea una condición innegociable, cuando cientos de miles de ciudadanos –por no decir millones—quieren explorar otras formas de convivencia. No se puede apelar a la ley, como si fuera algo intocable, inamovible, para encastillarse en la propia posición en un acto de flagrante intolerancia hacia otra parte de la sociedad que quiere mover ficha. No se puede gobernar desde la intransigencia, hostigando al adversario con la amenaza de los tribunales, cortando los suministros financieros y los recursos necesarios a una parte de la población como si se tratara de un castigo, con ánimo de torcer la voluntad por la fuerza. Esto sólo genera odio y mayor rechazo, exacerbando las posiciones, desgarrando la convivencia y haciendo mucho más difícil el pacto necesario. Seamos honestos: si no se ha formado un nuevo gobierno hasta ahora, que se adivinaba del PP, es por la sencilla razón de que este partido y su equipo de gobierno han demostrado su ineptitud para encauzar este grave problema. Los populares se han convertido en un claro peligro. Su intransigencia es incendiaria. Su torpeza no hace más que desgarrar la urdimbre necesaria para tejer una nueva convivencia. Esta investidura que nunca llega, enrocada, demuestra que la opción en liza no tiene suficiente fuerza y legitimidad para obtener la confianza. Hay un hecho de gran significación y que debe tenerse muy en cuenta: en Cataluña y en Euskadi los dos partidos del sistema, PP y PSOE, son residuales. Yo ahora os pregunto, ¿cómo se puede gobernar un país en donde las dos regiones de mayor peso económico están determinadas por partidos que, ahí, son minoritarios y denostados, que aplican políticas hostiles a sus necesidades? ¿cuánto puede durar esta situación sin que salte todo por los aires? Ya se ha dicho muchas veces: contra Cataluña no se puede gobernar. Sólo un equipo que afronte con altura de miras el conflicto, merecerá la investidura.

La corrupción es el siguiente problema en importancia y explica también la situación de bloqueo que vive este país. La corrupción ha consistido en un régimen por el cual los principales partidos existentes –PP, PSOE y la complicidad periférica de CIU—se han convertido en correa de transmisión de los intereses de las grandes empresas y de los grandes bancos para beneficiarse mutuamente en detrimento del bien común de los ciudadanos. Es el cáncer de nuestro sistema democrático. Mientras estos partidos sigan en el poder, la corrupción continuará. Lo que está ahora en juego no es si gobierna el PP con sus coaligados o el PSOE con los suyos. No, no. Lo que se dirime aquí es si sigue el “régimen” o vence una nueva política que regenere la democracia. Los españoles, poco a poco, se van dando cuenta y giran su voto hacia otras opciones. Pero los viejos partidos se resisten. Se defienden como gato panza arriba: están en juego sus privilegios, los fabulosos intereses de los que chupan estas fenomenales máquinas electorales que son el PP y el PSOE. Han colonizado el Estado como un mortal parásito y no están dispuesto a soltar la presa. Están incrustados en las arcas del Estado y no sueltan prenda. Esto es lo que explica lo que está pasando, por ejemplo, en el PSOE. Los barones socialistas, viejos jerarcas con Felipe González a la cabeza, apoltronados en sus privilegios, dirigen un partido que ya hace tiempo que no representa los intereses de la izquierda; ¡es un negocio! Han defenestrado a Pedro Sánchez, por una razón muy sencilla: está poniendo en riesgo el sistema. Díscolo Pedro Sánchez… --¿de dónde ha salido este chico? ¿Pero es tonto o qué? — deben pensar todos estos carcamales. ¡Hay que ver el nerviosismo, la inquietud que les ha causado al ver que al chico no podían manejarlo! Pero al final se han salido con la suya. Hay que dar paso a un gobierno del PP, les interesa enormemente. Con este golpe de mano, un sector del partido socialista ha perdido la oportunidad de iniciar su regeneración política. ¿Por qué? La alternancia del bipartidismo, el mantenimiento del sistema, el régimen “democrático” que ha regido los destinos de este país… al servicio de una “maquinaría” que chupa de los bienes que todos generamos. ¿Qué puede ocurrir si accede al poder la nueva política? Pues que se desmonta todo el invento. Y lo que es más grave, los políticos del antiguo régimen, ya desaforados, quedaran expuestos a los jueces… y a cumplir sus condenas. El PP y el PSOE pueden ser dos partidos distintos, pero en lo esencial defienden un mismo interés. Por esto ahora se blindan, por eso van de la mano, por eso no han permitido la aventura de Sánchez y por eso no pueden soportar a Podemos.

Por ultimo está el problema de la creciente pobreza. La clase media ha sufrido mucho con la crisis y se ha reducido de forma muy notable, engrosando las filas de una nueva clase baja. ¿Consideráis normal que el esfuerzo de tanta gente, durante estos treinta años, se haya ido al garete? ¡¿Pero cómo es posible?! Todos los logros de la socialdemocracia, la gran conquista de la sociedad europea de la postguerra mundial, conseguidos tan arduamente y a costa de tan duros sacrificios, se ha volatilizado. Asistimos impotentes al esperpéntico espectáculo de ver como una retahíla de chorizos, de aprovechados, de nuevos ricos horteras y mafiosos de todo pelaje se aprovechan de un botín de dudosa--¡o no tanto! —procedencia. La riqueza se polariza y, de nuevo, en una experiencia que parecía superada por la historia, aparece una sociedad con un perfil lacerante e injusto en el que los ricos son más ricos que antes y los que habían conseguido acceder al estado del bienestar alimentan, ahora, las filas de los pobres. ¿Qué han hecho los partidos ante este hecho? Nada, absolutamente nada. Claro… están por otras cosas. Ahora nos gobiernan desde Bruselas funcionarios no electos que aplican políticas neoliberales y no rinden cuentas más que a los poderes rectores a los que sirven, ajenos a la democracia y con un claro perjuicio para el bien común. Nuestros políticos son unos simples mandados, lacayos mediocres, des simples d’esprit como dirían los franceses. Es un divorcio, un trágico divorcio entre la política y la sociedad. Una tremenda estafa de la nos costará recuperarnos. Pero hay que levantar el nuevo edificio de la política desde cero. Hay que empezar de nuevo.

Concluyo mi argumento; los viejos partidos ya no sirven, y todo lo que está ocurriendo es el proceso natural para cambiar las cosas. Se está produciendo una profunda transformación. Por esto decía en la introducción que lo que ocurre es, en el fondo, una buena noticia. La sociedad se dirige hacia el cambio. Lentamente. Hay que regenerar las instituciones. Poner al frente gente competente y honesta. Hacer entrar en la política gente con otra mentalidad, más abierta, mejor formada. Se necesitan amplitud de miras, capacidad para generar nuevos modelos posibles y nuevas ilusiones. Tardará más o menos. A lo mejor es una cuestión de años, no creo que muchos. Pero llegará. Después de lo que hemos visto estos últimos días, es casi seguro que acabe gobernando, ahora, el PP. Para mi es una indecencia, un tremendo ultraje. Pero tendrán los días contados, pues la sinrazón no se acabará imponiendo. No cabe gobernar desde la ineptitud, el odio y la intolerancia. No merecen dirigirnos estas gentes que ningunean y desprecian cuanto ignoran. ¿Qué les importa a ellos la rica diversidad de los pueblos ibéricos y la complejidad de sensibilidades distintas en una sociedad como la nuestra? ¿Qué ideas aportan verdaderamente para ayudarnos a salir del atolladero? Ninguna. No, no están legitimados, aunque hayan conseguido una mayoría relativa en las urnas. Más pronto que tarde, los que aún les votan se darán cuenta. Y se acabarán estrellando. Se estrellarán y se impondrá la razón. Estoy seguro de ello.


jueves, 9 de junio de 2016

La segunda transición democrática (1)


El estado español se encuentra hoy en una encrucijada. Es un momento muy difícil, histórico. Las circunstancias son muy graves. Es preciso buscar una solución a problemas que no pueden continuar enquistados. Identifico tres principales: el paro, la corrupción y la identidad nacional. La parálisis del sistema frente a los retos planteados es tal, que corremos el riego de que salte todo por los aires. Yo creo que una mayoría de ciudadanos concuerda en que hemos llegado a un camino sin salida, que estamos en un atolladero y urge tomar una decisión valiente para salir adelante. Yo quiero creer que todos nosotros, independientemente de nuestras ideas, estamos de acuerdo en que se necesita un profundo cambio. Hablo de una transformación pacífica, de un cambio contundente pero guiado por un escrupuloso proceso ciudadano de regeneración política. No importa a que ideas políticas se adhiere uno; o cualquiera que sea la nacionalidad a la que cada uno se sienta pertenecer. Ya nos sintamos españoles o, por el contrario, tengamos otro sentimiento identitario, todos estamos de acuerdo en que necesitamos una transformación profunda de las instituciones, de nuestras actitudes ante los retos planteados y de las estrategias para avanzar hacia una nueva etapa de nuestra historia que sea próspera y pacífica.

Todos somos conscientes de que la convivencia se ha enrarecido. Como pasa, desgraciadamente, en tantas ocasiones en la vida en común, ya sea en familia o en la sociedad nacional, la rutina, los malos hábitos y las propias condiciones de los seres humanos –que son imperfectos--, acaban pervirtiendo, deteriorando y pudriendo la propia convivencia. Cuando llega ese momento --circunstancia que es cíclica--, la paz está en peligro, pues se ha instalado la injusticia, a fuerza de pervertir las normas que hemos convenido entre todos, en favor de unos pocos egoístas y espabilados. Además, los tiempos cambian, y los hábitos deben adaptarse a las circunstancias. En definitiva, llega un momento en que se hace indispensable coger al toro por los cuernos, armarse de valor, dotarse de un espíritu elevado y avanzar hacia un cambio profundo que instale una nueva forma de convivencia, que garantice el bienestar y la prosperidad de todos los miembros de la comunidad.

Este momento ha llegado para nosotros, para el estado español. Hay gente que aún no lo ve. Otros que, por egoísmo y por conservar lo que tienen, dicen que no. Otros aún que dudan si lo que vendrá no será peor que lo que tenemos y con esta excusa no se mueven. Pero, por encima de todo, lo que hay es un establishment que no desea el cambio, pues su situación privilegiada se sustenta en el desequilibrio y la desgracia de otros. Ellos tienen las riendas y no quieren soltarlas. Por desgracia, nuestros organismos “democráticos” han sido violentados, poco a poco, para servir intereses ajenos a los de los ciudadanos. Nuestras instituciones han sido secuestradas, lentamente socavadas, para bien de unas minorías extractivas que arramblan con la riqueza común y dejan a la sociedad en la estacada. Desafortunadamente, también, los políticos que –en teoría—hemos elegido, resulta que estaban comprados por estas mismas minorías. Unas élites que han conseguido que nuestros representantes políticos gobiernen para ellos, a cambio de sobornarlos con cargos, dinero y privilegios. Ya sé que me diréis: ¡siempre ha sido así, es la historia del mundo! Sí… es verdad. Pero no podemos ser complacientes y mirar hacia otro lado, sino acabaran con nosotros. La codicia no tiene límites. Hemos de poner freno a esta situación y hemos de revertir las cosas para devolverlas a su cauce. Yo creo que es posible y también creo que ahora tenemos una gran oportunidad. Constato que la ciudadanía de este país está viva, que es capaz de impulsar movimientos ciudadanos de regeneración. La sociedad tiene nervio. Es una señal que invita al optimismo.

El problema que tenemos va mucho más allá de una disputa entre partidarios de distintas ideas políticas. Espero que estéis de acuerdo, en esto, conmigo. No se trata de pertenecer a una ideología o a otra. La prueba es que, en España, todos los partidos están implicados en la corrupción, por la simple razón de que el sistema es así, funciona de esta manera. El sistema actual ha funcionado básicamente con la alternancia de dos partidos, el PP y el PSOE. Ambos han llegado al poder por que han estado dispuestos a dejarse financiar de forma ilegal por aquellos que, precisamente, iban a sobornarlos e utilizarlos. Las comisiones ilegales afectan tanto al receptor como al dador. Ambos partidos están gravemente implicados en el desmantelamiento de nuestro sistema democrático. Ellos han sido los que han construido este sistema corrupto que ha funcionado en los últimos treinta años. Han llegado al poder político por selección natural, pues para llegar ahí había que entrar en complicidad con intereses corruptos. Había llegado un momento en que no se podía estar en la cúpula de un partido, si no estabas de acuerdo en hacer trampas, en favorecer intereses que dan la espalda a la gente.


Mientras las cosas nos iban bien, todos mirábamos hacia otro lado. Pero la dimensión, profundidad y gravedad de la gran recesión en la que aún estamos es tal, que se hace indispensable tomar cartas en el asunto. Hemos aprendido que la política es cosa de todos y no se puede delegar, a riesgo de que secuestren nuestros derechos. Las élites financieras internacionales, que hoy detentan un inmenso poder fáctico global, tienen una evidente responsabilidad en lo que ha ocurrido. No hay inocentes. El gravísimo delito que se ha cometido contra una extensa ciudadanía en todo el mundo, tiene responsables. Hoy, el poder político en España, no sólo esconde a estos responsables, sino que los sigue protegiendo y les sigue dotando de fondos que nos pertenecen. Estoy convencido que es una grave irresponsabilidad volver a votar a cualquiera de los partidos de la vieja política. No podemos permitir que el PP vuelva a gobernar en España, sería un gravísimo error del que nos arrepentiríamos más pronto que tarde. Sería, igualmente, negligente un gobierno en coalición PP-PSOE, como se nos intentará imponer por el propio viejo sistema. Tienen mucho que tapar y proteger. Buscarán la manera de sustraernos de la vista todos los trapos sucios en que han fundamentado sus desgobiernos e intentarán blindarse, no sólo para mantener sus privilegios, sino para esconder información adicional que delataría las fechorías cometidas a lo largo de sus mandatos. Es imperativo renovar completamente la política. Los viejos partidos no sirven. El 26 de junio tenemos la oportunidad de decir la nuestra en todo esto. Nos jugamos mucho, ahora es nuestra oportunidad. Hay que votar a partidos nuevos que nos garanticen que se someterán a nuestro estricto control.


viernes, 29 de abril de 2016

Sobre la (in)decencia de los políticos


Me sorprendió que, el otro día, Pedro Sánchez se arrepintiera de haber llamado indecente a Mariano Rajoy y le pidiera disculpas. Eso sí que me parece indecente. No por el hecho de disculparse, no. Eso me parece, hasta cierto punto, comprensible. Lo que me parece indecente es que el candidato del PSOE retirara su ofensa al presidente del Gobierno como consecuencia de una decisión mezquina y cobarde. Un acto que dice mucho de la escasa integridad ética de este político, de su poca dignidad como persona. ¿Alguien entiende este giro repentino de su pensamiento? Yo sí: como la jugada le ha salido mal, ahora ya está pensando en gobernar en coalición con el insultado, pues no le queda otra opción. Así de íntegro es el candidato socialista al gobierno del estado.

Yo no le hubiera retirado el calificativo a Rajoy. Las verdades ofenden. ¿De qué otra manera se puede calificar a quién ha gobernado como ha gobernado? ¿Acaso hace falta volver a repetir la lista de agravios con la que el gobierno de Mariano Rajoy ha castigado a los ciudadanos de este país? Yo resumo y destaco dos: su indiferencia por los más débiles, promoviendo políticas que favorecían a los que más tienen, en contra de la mayoría social, en medio de una gravísima crisis, aprovechando su control del estado para saquearlo a favor de las distintas tramas corruptas de las que está formado el PP. Y dos, su indiferencia y desprecio por un los anhelos y las necesidades de millones de ciudadanos catalanes, que no sólo ha ninguneado, sino que ha sometido a un verdadero chantaje y acoso, utilizando con malas artes el centro de control y comando central para doblegar por la fuerza la voluntad de los catalanes obligándolos a tragar. Yo, a eso, le llamo, como mínimo, indecencia.

Pero Pedro Sánchez, con el PSOE detrás, tampoco se queda corto. Este político, en su falsedad, nos intenta convencer que no ha logrado pactar un gobierno por culpa de Podemos y otros partidos de izquierda. Es un falso y miente; todos sabemos que la razón no es ésta. Pedro Sánchez no ha podido formar gobierno porque no está dispuesto a buscar una solución para Cataluña. Así de simple. Y ya lo dije en un post anterior –y lo reitero—, sin el concurso de Cataluña no se puede gobernar el estado español. Así de claro. Pero, además, no olvidemos que la corrupción también afecta a este partido, como afecta, entre otros, a CIU. De repente, nos hemos despertado, hemos abierto los ojos y nos hemos encontrado con el pastel. Mientras cada uno de nosotros trajinaba con sus propios asuntos, que no es poco --pues suficiente tiene cada uno para sobrevivir y tirar para adelante—nos estaban saqueando. Al principio nos parecía que se trataba de un ladronzuelo por aquí, otro por allá. Pero no, ha sido el crimen organizado. ¡Y bien organizado! Las mafias han asaltado el estado y se han ido llevando lo que producíamos, entre todos y para todos, para su casa. Leí hace unos días que el desfalco puede haber supuesto unos 200.000.000.000 euros, ¡dos cientos mil millones de euros! ¡Pero como puede haber pasado esto, bajo nuestras propias narices!


Pues bien, así las cosas, ahora el señor Sánchez, con el PSOE al lado, y el señor Rajoy, con el PP a sus costados, se aprestan a perdonarse agravios y preparar el terreno para, una vez celebradas las elecciones de junio 2016, previendo un resultado enrocado o poco diferente al anterior, quizás favorable para ellos, coaligarse para gobernar. Si esto ocurre será una tomadura de pelo. O, mejor dicho, un escándalo mayúsculo. Yo lo calificaría incluso de golpe de estado. Un golpe de estado contra todos nosotros. Un golpe de estado para que, de nuevo, los delincuentes se encastillen, borren las pruebas de sus indecencias y nos continúen robando. Porque, ¿Acaso van a acabar con la corrupción, o la evasión fiscal, los que se benefician de ella? Por descontado que no.
Me niego a creer que el PP y el PSOE tomarán de nuevo el poder. Me niego a creer que esto va a pasar. Quiero creer que los ciudadanos, en su conjunto, independientemente de nuestras ideas, no lo permitiremos. Nos merecemos algo mejor. No podemos tirar la toalla ahora que el crimen es evidente. No podemos permitir que esa gente siga mandando. Sí, ya sé… hay que mover el culo, da pereza. Preferimos mirar para otro lado, hacer ver que eso no va con nosotros. Inhibirse, la posición fácil. Esconder la cabeza debajo del ala. NO. Esto no funciona así; si no queremos perder definitivamente la libertad y todo lo que tenemos, aunque sea poco, deberemos enfrentar la lucha que representa empezar de nuevo.

jueves, 17 de marzo de 2016

Los delincuentes asaltan el Estado


Estamos asistiendo inquietos, aunque impávidos, al saqueo del Estado por parte de delincuentes. Sí, ya sé que para muchos puede sonar a exageración, pues parece increíble que esos individuos que hemos aupado al poder, tan seductores ellos cuando explican la cantidad de cosas buenas que harán por nosotros, sean capaces de tal cosa. Pero es así, no es un delirio ni una pesadilla. ¡Nos están saqueando ante las propias narices y somos impotentes para hacer nada!

Ya lo vaticinó Manuel Castells en su excelente libro La Era de la información (1997) hace casi veinte años: Las bandas de delincuentes asaltarán los estados y los saquearán, decía el prestigioso profesor. El primer ejemplo fue Rusia. Ahí están, impunemente disfrutando de los frutos de sus crímenes. Los grandes oligarcas rusos son hoy respetados ciudadanos. Recuerdo la sorpresa que me causó su lectura. Los que hemos nacido en una época en la que nos inculcaron que el Estado es como nuestro segundo padre, no podíamos dar crédito a una información tan contundente. ¡Pero ya ha llegado! ¿Quién iba a decirnos que su progresivo debilitamiento y saqueo era tan inminente?

Hoy es noticia en la prensa que el expresidente de Brasil, Lula da Silva, vuelve al gobierno como ministro para evitar su detención por corrupción. Ya os digo: se ríen de nosotros. Ahora, ni tan siquiera se esconden. Con toda la cara, sin ningún tipo de pudor y vergüenza, utilizan las prerrogativas del estado de derecho para permanecer impunes. Veréis… la historia es la siguiente: Lula da Silva, su lugarteniente Dilma Rousseff –presidenta actual—y todo el aparato de sinvergüenzas que los acompañan, saquearon, mientras estuvieron en el poder, la gigantesca compañía Petrobras. Un monstruo del sector petrolero y uno de los buques insignia de la economía brasileira. Ahora, la justicia sigue sus pasos y, ante la evidencia de que los sabuesos ya les husmean los talones, los sicarios aforan precipitadamente al jefe del gang para evitar que rinda cuentas ante la justicia.

Ya veis. En todos lados pasa igual. Es una epidemia global. Aquí asistimos también a espectáculos bochornosos, aunque con requiebros un poco más barrocos, pues somos gente mediterránea. El último sainete al que nos somete la tropa que aquí manda, en funciones, es el de Rita la fallera. Parece un personaje recién escapado de una de esas monumentales y grotescas fallas. Ella es la espectacular mascletá que cierra la esperpéntica temporada. ¡Es que no sólo nos roban, es que además nos toman el pelo!¡Se ríen de nosotros en la cara! El desfile de personajes de la corte de los milagros, gurteleros valencianos y sus secuaces púnicos madrileños, pone los pelos de punta: a mí me recuerdan esos corrillos de pícaros típicos de la literatura del siglo de oro, o de esos personajes que aparecen en El lazarillo de Tormes, tan conseguidos, que con un ojo tuerto y haciéndose pasar por desvalidos miserables eran capaces de retirarte los calzoncillos sin sacarte los pantalones. ¿Habéis visto al pícaro Rafael Hernando, portavoz de los tunantes, con que desparpajo que nos larga sus patrañas? Es este un elemento directamente salido de un cuadro de goya, con sus muecas y sus gestos, que apenan esconden su turbia catadura.  Pero el rey del cinismo es Don Mariano, capitán de la partida de truhanes. Hay individuos que producen repelús y este es uno de ellos. Es un tipo francamente mediocre, incompetente, ignorante y resentido; ¡una bomba de relojería! Estos personajes son los más peligrosos de todos, pues parece que no hayan roto un plato y, en realidad, nos han puesto la casa patasparriba. Da miedo. Si este tipo sigue por más tiempo en la presidencia, este país acabará mal. Os lo digo yo.