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jueves, 25 de mayo de 2017

La encrucijada española

Espectacular victoria de Pedro Sánchez. Sorprendente y, hasta cierto punto, inesperada. Los doscientos mil militantes del partido socialista han dicho basta. La trascendencia de estas primarias del PSOE es enorme para esta compleja partida de ajedrez que es la política española. Yo me he llevado una sorpresa y, hasta cierto punto, siento un moderado optimismo sobre las consecuencias de este movimiento sobre los asuntos políticos. La investidura de Rajoy fue ignominiosa; ¡los socialistas invistiendo a Rajoy, que vergüenza! Tampoco podía comprender cómo los socialistas aceptaban a una lideresa tan mediocre e intransigente como Susana Díaz. Me alegro mucho; ¡la militancia tiene buen ojo! Es un voto que demuestra la vitalidad democrática y la madurez política de unas bases que han tenido la valentía de plantar cara a los jerarcas de su partido. Han dicho basta a una organización secuestrada por su aparato. Un aparato formado por viejas glorias, apoltronados jerarcas que, abusones, han convertido al partido en una empresa al servicio de sus intereses personales. Unos intereses personales vinculados con el “régimen PPSOE” que ha gobernado este país en los últimos años, con una alternancia que parece pactada, consistente en la práctica sistemática del nepotismo y el saqueo de las arcas públicas, a cambio de favorecer los intereses de las grandes corporaciones empresariales y financieras. Yo me quedé de piedra el día que leí que Felipe González había presentado a Susana Díaz, como nueva líder del partido, a los principales banqueros y empresarios del país, para obtener su tácita aprobación. Poco a poco, los votantes españoles vamos descubriendo el inmenso fraude al que hemos estado sometidos.

Yo opino que la victoria de Pedro Sánchez puede tener una inmensa trascendencia política para el futuro inmediato de este país. Plantea una movida en el tablero de ajedrez que puede cambiar el signo de la partida, trastocar la política española. Pienso que un “nuevo” PSOE --renovado con gente más joven, honesta y eficiente--, podría desbloquear el problema más grave que tenemos planteado: la cuestión catalana. Las declaraciones de Pedro Sánchez reconociendo la identidad plurinacional del Estado español son un buen augurio. Ha conseguido una gran victoria, una victoria muy holgada. Esto lo inviste de un gran prestigio y autoridad, que ha de aprovechar. Tiene la delicadísima misión de sumarse a la regeneración de la política española, de sumar a las gentes que votan al partido socialista a los inmensos cambios que debe emprender la sociedad española, para regenerar sus instituciones y avanzar en las reformas necesarias para construir un nuevo país más democrático y mejor. Tiene que luchar contra el inmovilismo de la vieja guardia de su partido, conchabada con la cúpula del PP para blindar el “Régimen” y evitar que nada cambie. Las viejas glorias del socialismo deben estar removiéndose en sus asientos; no se lo van a poner fácil. Pedro Sánchez deberá demostrar su habilidad para evitar las celadas que le pondrán. ¡Y son poderosos! Cuentan nada menos que con el grupo Prisa y El país detrás. Toda esta red de intereses que se ha ido urdiendo en décadas, no cederá sus privilegios, así como así. Se defenderán con uñas y dientes. Yo creo que ahora, si Sánchez consigue desprenderse de los apoltronados de su partido, debería negociar con Podemos y formar un frente opositor al gobierno con opciones para ganar las próximas elecciones. Si es listo, su gran apuesta sería liderar con el apoyo de Podemos el desbloqueo de la situación catalana. Un bloque reformista mayoritario que puede enfocar un nuevo gran pacto de Estado, desde la asunción de la plurinacionalidad de España. Buscar luego la implicación de los nacionalistas catalanes. No nos engañemos. Esta es la cuestión más importante que deberá afrontar el futuro gobierno. Ya sabemos que las grandes líneas de la política económica vienen impuestas desde Bruselas (léase Alemania). Aquí poco hay que hacer; no importa quién gobierne, España ya no dispone de plena autonomía para regular su política económica. En cambio, la situación creada en Cataluña es muy grave; está poniendo en jaque a todo el Estado. Es de una importancia crucial centrar toda la atención en esto y urge empezar a negociar una salida. Ya sea para pactar un referéndum que pueda abocar en una desvinculación amistosa de Cataluña –no creo que pase, pues parece más probable que gane la opción del no por una ajustada mayoría--, ya sea para establecer una nueva etapa política que convenza a Cataluña a seguir, como nación, dentro del Estado español. Pedro Sánchez podría haberlo conseguirlo cuando se intentó su investidura. Creo que se dio cuenta de que Podemos los aventajaba en esta cuestión. Creo que, finalmente, vio que esta era la llave del futuro. Simplemente, no le dejaron. Lo defenestraron. Los Felipe González, los Rubalcaba, los Alfonso Guerra, los Rodríguez Zapatero… y también el aparato del PP. El establishment del “Régimen”.

No hay otra solución. España no puede navegar con la mitad de los catalanes remando en contra. Los populares se empeñan en un error garrafal: considerar que los catalanes han sido manipulados por sus élites políticas y se han abocado como corderos hacia un callejón sin salida: la independencia. Pero esto no es así; este es un análisis simplista que no se corresponde con la realidad. Hay un descontento real, que afecta a amplias capas de la ciudadanía de forma transversal. De hecho, muchos catalanes consideramos que nuestros líderes son unos hipócritas (léase Convergència/PDCat) pues se apuntaron a la movida tardíamente, arrastrados por las multitudes descontentas. Este análisis es esencial, pues es muy distinto que un movimiento como este proceda desde arriba, sin legitimidad democrática, a que sea un movimiento popular, impulsado por amplias plataformas ciudadanas. Otro error sustancial del Estado, derivado de este análisis equivocado, es pensar que derribando a las élites corruptas catalanas (léase el clan Pujol y todas sus ramificaciones) se acabaría con el independentismo. Error, grave error: el movimiento independentista funciona fuera de esta lógica y se mantendrá a pesar de todas las operaciones de guerra sucia que se planteen contra nuestros líderes (corruptos o no). Hoy por hoy gobierna el PP, lo que clama al cielo visto lo que poco a poco van desvelando los jueces. Es una ignominia, una prueba muy dura que provoca una rabia inmensa. Para mayor agravio, encima, en Cataluña es un partido minoritario, por no decir residual, pero que impone su poder, muchas veces de una forma despótica y revanchista. Esto exacerba todavía más los ánimos y retroalimenta el rencor, el odio y, por lo tanto, las reacciones radicales.

Mal que nos pese, aún hay un fuerte apoyo electoral detrás del PP. Es una situación perversa, pues los millones de votos que tiene el PP y lo legitiman en el poder del Estado, estrangulan la libertad de Cataluña. Conviene que los ciudadanos comprueben poco a poco la vergonzosa y deshonesta administración del Partido Popular. Que descubran que sus prácticas corruptas son sistémicas y no aisladas, debidas a algunos elementos corruptos, como pretenden hacernos creer. La desafección de sus votantes ira calando como una lluvia fina. Por fin podrá establecerse un frente “democrático” sensible a la corrupción y también a la gran cuestión, como digo la más importante: el conflicto Cataluña/España. Es cuestión de tiempo que se establezcan nuevos interlocutores con voluntad de sentarse a hablar. Personalmente, opino que la situación actual es extremadamente peligrosa. El gobierno del PP, con el apoyo de un partido anticatalanista como Ciudadanos, ha tensado la cuerda más allá de los límites razonables. Urge emprender un camino negociador con gente competente, tolerante, que no estén envenenados por el odio y el rencor. Con imaginación, valentía y una nueva visión de las cosas. Mariano Rajoy y su equipo han demostrado su incompetencia para resolver tan espinosa cuestión. Un líder mediocre como Rajoy, enrocado en un cinismo compulsivo, con su estrategia paralizante consistente en no hacer nada. Algunos creen que es una estrategia inteligente; yo creo que su inacción demuestra su falta de imaginación, su incapacidad para actuar, su mediocridad como líder, su falta de talento y de competencia a la hora de sentarse a negociar y resolver conflictos de alta complejidad. Con esta actitud, que puede interpretarse como estúpida, pero también como prepotente y provocadora, ha conseguido exacerbar los ánimos hasta conseguir que una parte nada desdeñable de la ciudadanía esté en pie de guerra. Su actitud irresponsable ha provocado a los catalanes, alimentando una rabia indecible. ¿Qué se pretende conseguir con esto, sino incendiar aún más la situación? Lamentablemente, su partido alimenta el odio y el rencor hacia los ciudadanos que, hartos de no encontrar respuesta a sus anhelos y necesidades, han virado hacia posiciones independentistas. Así, estos altos funcionarios del Estado, anclados en una estrategia de recentralización de España, no son conscientes que ejercen un nacionalismo tan intransigente, por lo menos, como el que intentan combatir.

Muchos catalanes queremos decidir nuestro futuro. La gente debe saber que, según las leyes internacionales, tenemos ese derecho como nación que somos. Unos se decidirán por la independencia, otros mucho no. Ya he dicho que, hoy por hoy, una mayoría ajustada votaría por la permanencia en España. Si es así, deberemos acatarlo. Ahora bien, no se puede seguir mintiendo al resto de los españoles haciéndoles creer que nosotros no disponemos de ese derecho de autodeterminación. Por su parte, los partidos españolistas tienen la obligación de luchar para convencer a los catalanes para que sigan asociados al Estado español. Como en todos los conflictos, hay que ceder contrapartidas; no se puede actuar con la prepotencia de quién se cree superior, intentando la asimilación pura y dura. El diálogo debe ser entre iguales. Muchos en Cataluña esperan esta actitud. La política de imponer por la fuerza no va a ningún sitio. Con esta táctica no conseguirán convencernos de seguir formando parte de España. Deben surgir políticos inteligentes, con reflejos democráticos, capaces de seducir a Cataluña. Esto requiere apertura de mente, diálogo y concesiones por ambas partes. El gobierno actual está desautorizado para esta tarea, por incompetencia. Pero, además, no cuentan con la credibilidad y la autoridad para tan delicada labor. La corrupción endémica en el partido PP los deslegitima para una tarea de tal envergadura y trascendencia. Quizás ya ha llegado la hora de que una nueva generación, más fresca y mejor formada, tome el relevo.


lunes, 3 de octubre de 2016

España está enrocada, ¿qué está pasando?: una explicación

Son muchos los que se sorprenden y se indignan por lo que está ocurriendo en España. Es un país sin gobierno, empantanado. Nadie se entiende, todos están enfadados. Los partidos se rompen, los ciudadanos están hastiados… Una sensación de impotencia y zozobra se apodera de una sociedad que ya hace tiempo que ha perdido su norte.

Pero yo pienso que lo que ocurre es bueno. O, mejor dicho, es sano. No os espantéis con lo que digo, dejadme proseguir con mi argumento. Todo este desaguisado es un síntoma de la curación de la herida después de un tremendo desgarro. Una catarsis, una expulsión de los demonios. Sí… porque lo que ha pasado en nuestro país es muy grave, un pequeño terremoto, que ha removido la geografía, los contornos de las cosas tal como los conocíamos hasta ahora, para comenzar todo de nuevo, en un nuevo paisaje, en un mundo diferente. Y éste es el proceso en el que estamos. La noticia mala no es que no haya gobierno. No. La mala noticia es que vuelvan a gobernarnos los mismos. Por eso yo pienso que este impasse, este desgobierno, es un síntoma de hartazgo, una constatación --en la aritmética parlamentaria-- de que algo no cuadra, de que los que pretenden gobernar ya no tienen una masa crítica para hacerlo. ¡Y esto es una excelente noticia!

Hay tres razones de peso que explican este enredo, que justifican tamaña rotura y que exigen un orden nuevo: la plurinacionalidad de España, la corrupción y la creciente pobreza. Y por este orden.

La plurinacionalidad de España es un tema todavía no resuelto. Es muy sencillo: España es un estado plurinacional, es decir, que está formado por varias naciones. Esto es un hecho. Se ha intentado ocultar o superar, sin éxito. Ha llegado la hora de afrontarlo con seriedad, con madurez, honestidad y espíritu libre. No se puede seguir engañando a los ciudadanos explicándoles cuentos chinos. De algo tienen que haber servido estos treinta años de democracia: la sociedad española ya está madura, debe afrontar este conflicto y resolverlo definitivamente. No valen imposiciones. Se precisa juego limpio, dialogo y búsqueda sincera de un pacto. No es de recibo que la unidad de España sea una condición innegociable, cuando cientos de miles de ciudadanos –por no decir millones—quieren explorar otras formas de convivencia. No se puede apelar a la ley, como si fuera algo intocable, inamovible, para encastillarse en la propia posición en un acto de flagrante intolerancia hacia otra parte de la sociedad que quiere mover ficha. No se puede gobernar desde la intransigencia, hostigando al adversario con la amenaza de los tribunales, cortando los suministros financieros y los recursos necesarios a una parte de la población como si se tratara de un castigo, con ánimo de torcer la voluntad por la fuerza. Esto sólo genera odio y mayor rechazo, exacerbando las posiciones, desgarrando la convivencia y haciendo mucho más difícil el pacto necesario. Seamos honestos: si no se ha formado un nuevo gobierno hasta ahora, que se adivinaba del PP, es por la sencilla razón de que este partido y su equipo de gobierno han demostrado su ineptitud para encauzar este grave problema. Los populares se han convertido en un claro peligro. Su intransigencia es incendiaria. Su torpeza no hace más que desgarrar la urdimbre necesaria para tejer una nueva convivencia. Esta investidura que nunca llega, enrocada, demuestra que la opción en liza no tiene suficiente fuerza y legitimidad para obtener la confianza. Hay un hecho de gran significación y que debe tenerse muy en cuenta: en Cataluña y en Euskadi los dos partidos del sistema, PP y PSOE, son residuales. Yo ahora os pregunto, ¿cómo se puede gobernar un país en donde las dos regiones de mayor peso económico están determinadas por partidos que, ahí, son minoritarios y denostados, que aplican políticas hostiles a sus necesidades? ¿cuánto puede durar esta situación sin que salte todo por los aires? Ya se ha dicho muchas veces: contra Cataluña no se puede gobernar. Sólo un equipo que afronte con altura de miras el conflicto, merecerá la investidura.

La corrupción es el siguiente problema en importancia y explica también la situación de bloqueo que vive este país. La corrupción ha consistido en un régimen por el cual los principales partidos existentes –PP, PSOE y la complicidad periférica de CIU—se han convertido en correa de transmisión de los intereses de las grandes empresas y de los grandes bancos para beneficiarse mutuamente en detrimento del bien común de los ciudadanos. Es el cáncer de nuestro sistema democrático. Mientras estos partidos sigan en el poder, la corrupción continuará. Lo que está ahora en juego no es si gobierna el PP con sus coaligados o el PSOE con los suyos. No, no. Lo que se dirime aquí es si sigue el “régimen” o vence una nueva política que regenere la democracia. Los españoles, poco a poco, se van dando cuenta y giran su voto hacia otras opciones. Pero los viejos partidos se resisten. Se defienden como gato panza arriba: están en juego sus privilegios, los fabulosos intereses de los que chupan estas fenomenales máquinas electorales que son el PP y el PSOE. Han colonizado el Estado como un mortal parásito y no están dispuesto a soltar la presa. Están incrustados en las arcas del Estado y no sueltan prenda. Esto es lo que explica lo que está pasando, por ejemplo, en el PSOE. Los barones socialistas, viejos jerarcas con Felipe González a la cabeza, apoltronados en sus privilegios, dirigen un partido que ya hace tiempo que no representa los intereses de la izquierda; ¡es un negocio! Han defenestrado a Pedro Sánchez, por una razón muy sencilla: está poniendo en riesgo el sistema. Díscolo Pedro Sánchez… --¿de dónde ha salido este chico? ¿Pero es tonto o qué? — deben pensar todos estos carcamales. ¡Hay que ver el nerviosismo, la inquietud que les ha causado al ver que al chico no podían manejarlo! Pero al final se han salido con la suya. Hay que dar paso a un gobierno del PP, les interesa enormemente. Con este golpe de mano, un sector del partido socialista ha perdido la oportunidad de iniciar su regeneración política. ¿Por qué? La alternancia del bipartidismo, el mantenimiento del sistema, el régimen “democrático” que ha regido los destinos de este país… al servicio de una “maquinaría” que chupa de los bienes que todos generamos. ¿Qué puede ocurrir si accede al poder la nueva política? Pues que se desmonta todo el invento. Y lo que es más grave, los políticos del antiguo régimen, ya desaforados, quedaran expuestos a los jueces… y a cumplir sus condenas. El PP y el PSOE pueden ser dos partidos distintos, pero en lo esencial defienden un mismo interés. Por esto ahora se blindan, por eso van de la mano, por eso no han permitido la aventura de Sánchez y por eso no pueden soportar a Podemos.

Por ultimo está el problema de la creciente pobreza. La clase media ha sufrido mucho con la crisis y se ha reducido de forma muy notable, engrosando las filas de una nueva clase baja. ¿Consideráis normal que el esfuerzo de tanta gente, durante estos treinta años, se haya ido al garete? ¡¿Pero cómo es posible?! Todos los logros de la socialdemocracia, la gran conquista de la sociedad europea de la postguerra mundial, conseguidos tan arduamente y a costa de tan duros sacrificios, se ha volatilizado. Asistimos impotentes al esperpéntico espectáculo de ver como una retahíla de chorizos, de aprovechados, de nuevos ricos horteras y mafiosos de todo pelaje se aprovechan de un botín de dudosa--¡o no tanto! —procedencia. La riqueza se polariza y, de nuevo, en una experiencia que parecía superada por la historia, aparece una sociedad con un perfil lacerante e injusto en el que los ricos son más ricos que antes y los que habían conseguido acceder al estado del bienestar alimentan, ahora, las filas de los pobres. ¿Qué han hecho los partidos ante este hecho? Nada, absolutamente nada. Claro… están por otras cosas. Ahora nos gobiernan desde Bruselas funcionarios no electos que aplican políticas neoliberales y no rinden cuentas más que a los poderes rectores a los que sirven, ajenos a la democracia y con un claro perjuicio para el bien común. Nuestros políticos son unos simples mandados, lacayos mediocres, des simples d’esprit como dirían los franceses. Es un divorcio, un trágico divorcio entre la política y la sociedad. Una tremenda estafa de la nos costará recuperarnos. Pero hay que levantar el nuevo edificio de la política desde cero. Hay que empezar de nuevo.

Concluyo mi argumento; los viejos partidos ya no sirven, y todo lo que está ocurriendo es el proceso natural para cambiar las cosas. Se está produciendo una profunda transformación. Por esto decía en la introducción que lo que ocurre es, en el fondo, una buena noticia. La sociedad se dirige hacia el cambio. Lentamente. Hay que regenerar las instituciones. Poner al frente gente competente y honesta. Hacer entrar en la política gente con otra mentalidad, más abierta, mejor formada. Se necesitan amplitud de miras, capacidad para generar nuevos modelos posibles y nuevas ilusiones. Tardará más o menos. A lo mejor es una cuestión de años, no creo que muchos. Pero llegará. Después de lo que hemos visto estos últimos días, es casi seguro que acabe gobernando, ahora, el PP. Para mi es una indecencia, un tremendo ultraje. Pero tendrán los días contados, pues la sinrazón no se acabará imponiendo. No cabe gobernar desde la ineptitud, el odio y la intolerancia. No merecen dirigirnos estas gentes que ningunean y desprecian cuanto ignoran. ¿Qué les importa a ellos la rica diversidad de los pueblos ibéricos y la complejidad de sensibilidades distintas en una sociedad como la nuestra? ¿Qué ideas aportan verdaderamente para ayudarnos a salir del atolladero? Ninguna. No, no están legitimados, aunque hayan conseguido una mayoría relativa en las urnas. Más pronto que tarde, los que aún les votan se darán cuenta. Y se acabarán estrellando. Se estrellarán y se impondrá la razón. Estoy seguro de ello.