viernes, 25 de agosto de 2017

Meltemi


Meltemi

En el imponente paisaje
un aire espiritado y seco
peina de plateados reflejos
las aguas de un mar inmenso.

Huye raudo por el horizonte,
que nueva tierra intuye;
lleva la perfumada esencia
de los espinosos secarrales.

Apenas rompe la estampa
una cortina de espuma blanca
y el desierto ulular del viento.

*

Arde la plata de los olivos
que el Meltemi aviva con su furia;
también flamea la emoción
desde esta única atalaya
alma es encendida lumbre
sobre un mar ancho y solitario.

*
  
En las soleadas orillas
horadadas pizarras viejas
vierten al mar su viejo estaño;
la sal y la luz pulen sus brillos
junto al espejismo transparente
de sus líquidas turquesas.


Andros, julio de 2017 


miércoles, 23 de agosto de 2017

No nos dividirán


La otra tarde, apenas dos días después del atentado en Barcelona y Cambrils, me acerqué hasta las Ramblas. Un magnetismo inexplicable me conducía hasta allí, quizás con el inconfesable motivo de rendir un homenaje a las víctimas y reflexionar sobre las incomprensibles razones que llevan a algunos a cometer semejantes barbaridades. Cuando pienso en los dos niños, de tres y siete años, que murieron masacrados… Los periódicos han publicado la foto del niño australiano de siete años; es terrible, puede leerse en su mirada todo el brillo y la ilusión de una vida que empieza, truncada de repente por razones que en su inocencia no llegó ni a sospechar.
El trayecto de la Rambla que va desde Plaza Cataluña hasta El Liceo se había convertido en un santuario. La gente que llenaba el paseo se movía en silencio, conmocionada. La atmosfera estaba electrizada. En los lugares donde cayeron las víctimas, la gente se arracimaba, pensativa, alrededor de las velas, las dedicatorias y los objetos más diversos que una muchedumbre traumatizada ha venido ofreciendo en muestra de respeto por los muertos, un poco como si se tratara de una medicina espiritual para abjurar contra la violencia, contra el odio ciego, contra una barbarie que golpea de una forma imperturbable, de la mano de unos jóvenes que no parecen inquietarse lo más mínimo por la gravedad de sus actos. Es precisamente esta actitud la que más sorprende, la que nos deja anonadados, sin respuestas… Pero, ¿cómo puede ser?
Seguramente, a la mayoría de nosotros nos gustaría comprender las razones que pueden llevar a jóvenes veinteañeros a realizar acciones que suponen el paroxismo del mal, de la barbarie. Sin inmutarse. Ya sabemos la importancia que tienen los mecanismos de adoctrinamiento –un auténtico lavado de cerebro—para convertirlos en autómatas peligrosísimos. Pero, ¿cómo puede llevarse a cabo tan rápidamente, tan fácilmente? Hemos leído en las redes sociales la conmovedora historia de una profesora de Ripoll que los tuvo como alumnos y no da crédito a lo ocurrido, asegurando que sus pupilos, a los que conocía bien, eran buenos chicos, responsables y educados. ¿Qué ha pasado? Pero en cierto modo estos chicos son también víctimas, juguetes en manos de los verdaderos actores principales de esta tragedia: poderosos dirigentes islamistas radicales que mueven los hilos desde fuera, que cuentan con una inmensa influencia, poder y abundantes recursos y que están dispuestos a hacer lo que sea para hundir nuestro mundo. Son gentes sin escrúpulos que quieren levantar su poder para saciar mezquinos intereses personales, con la excusa de vengar a los musulmanes de las reiteradas ofensas que Occidente les ha infligido en el último siglo.
Pero la comunidad musulmana no se deja engañar por estos falsarios, una pandilla de piratas que sólo aspiran a aprovecharse de las difíciles circunstancias para hacerse con el poder y saquear así a los países y a las poblaciones a las que en sus delirantes discursos dicen querer defender. Ya hemos visto de que forma imponen el orden en los territorios en los que este Califato de pacotilla hace valer sus principios. Yo he tenido la suerte de viajar en países islámicos en mi juventud y puedo asegurar que siempre fui tratado con gran respeto. Tuve la suerte de comprobar la generosidad de sus gentes y la predisposición para agasajar a los forasteros. Nunca tuve la menor duda que estos principios son los preceptos que han aprendido del Islam. El verdadero Islam, y no este que profanan estos falsarios.
Ese mismo día en que paseaba por las Ramblas tuvo lugar una manifestación de las comunidades musulmanas de nuestro país. Por las pancartas podía verse que habían venido, no sólo de todos los barrios de Barcelona, sino de toda Cataluña. Esta demostración me pareció oportuna, pues mucha gente, equivocadamente, sigue pensando que esta es una lucha de civilizaciones. Nada más alejado de la realidad. Estoy convencido que nuestros conciudadanos musulmanes, en su inmensa mayoría, abominan de la barbarie y están junto a nosotros en todo esto. Más bien al contrario, pienso que muchos musulmanes se deben sentirse estigmatizados, intimidados por los ataques que unos locos dicen realizar en su nombre. Deben sentir una enorme presión sobre ellos y deben sufrir mucho por ello.
Yo creo que no debemos caer en esta trampa. Los bandidos del DAESH y todas las organizaciones criminales que explotan el radicalismo islamista buscan precisamente dividirnos y asentar la falsa creencia de que estamos en una guerra de civilizaciones. Es rotundamente falso.
Debemos mantenernos unidos, firmes y convencidos que una convivencia multirracial y multicultural es posible. Que nuestros valores de tolerancia, de respeto por la vida y la búsqueda pacífica y dialogada de los conflictos es lo que debe prevalecer. Yo estoy hasta tal punto convencido de esto, que no tengo duda que estos ataques, con todo lo crueles y duros que son, solo suponen un pellizco a nuestra forma de vida. No conseguirán nada. Prevaleceremos, claro que sí. Tarde o temprano, la historia barrerá a estos desalmados como al polvo en el camino. Y, por descontado, no tengo miedo.

Creo también que este es el mensaje que Barcelona ha enviado al mundo después de este ataque. Por esto me siento orgulloso de Barcelona.