miércoles, 24 de enero de 2018

¡Señor magistrado, suspendido en inglés!

¡Bravo!, esta vez el Gobierno no ha conseguido colocar al magistrado Pérez de los Cobos en La Haya. Muchos creen que es un fanático. Mira lo que decían algunos de los que ahora lo defienden, hace diez años. Parece una maniobra sin importancia, pero no es así. Hay mucho en juego, ¡y tanto que lo hay! Nada menos que el prestigio de la democracia española. Claro, se han saltado la ley tantas veces a la torera y con tanto descaro (ellos que dicen respetarla por encima de todo), que se han visto prendidos en su propia trampa.
Esto del procés los ha vuelto como locos. ¡Oye, que estos se van! Pues claro que nos vamos, si no nos hacéis ni puto caso y encima nos chuleáis, ¿qué os habéis creído? ¡Que ya no estamos en la España Imperial, a ver si os enteráis! ¡que vivís como el pobre don Quijote, en una nube!
Resulta que ahora están preocupados. Claro. Han actuado como brutos y se han pasado la democracia por el forro, con tal de mantener la Indivisible Unidad de España. “Mecachis, tenemos un problema con Europa”, se dicen. Aquí, en España, no pasa nada, a lo bruto. Pero, en Europa, estas cosas que les estamos haciendo a los catalanes no lo ven nada claro. A ver, Soraya, ministro Catalá (qué nombre, que cruz, debe pensar), llamadme a este De los Cobos y que pase un examen para irse a La Haya, que nos ha hecho buenos servicios con el Tribunal Constitucional. Mariano, presi, ¡que ya lo hemos mareado bastante! Que suficiente tuvo con el numerito del Estatut. Si no fuera por él, dónde estaríamos. Militante del partido, Mariano, y presidente del Tribunal Constitucional que tumbó el Estatut de Cataluña aprobado por el Parlament y el pueblo de Cataluña. ¡Olé, tus huevos, Marianooo! ¡Muy democrático, hombre! Un anticatalanista compulsivo este De los Cobos, según dicen. Parece que dio una conferencia en su pueblo, Yecla, y los dejó helados. Hace tiempo. Deja, deja, que si lo cogen en Bruselas para cortocircuitar las denuncias que nos están poniendo, se va a ganar un pastón; nada menos que doscientos mil euracos al año por ser juez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Soraya, pero es que en el examen dice que hay que saber inglés, ¡ui dios mío! ¿Y ahora qué hacemos? Tú di que sí, que sabes mucho, sí ahí donde dice english level, tú pones… good. ¡Gut, qué! ¡pero que no tengo ni idea, coño! ¡ni de francés tampoco! Dichosos catalanes. “¿Pueden preguntarme en español, por favooor?” Pssss. Es que es para mondarse de risa, si no fuera por todo el daño que está haciendo esta gente.
Suspendido. Además, mentiroso. Ni puta idea de inglés, ni francés. Eso sí, un buen currículo como magistrado: para hacer trampas y retorcer la ley. Como el otro, el juez Llarena. ¿Os habéis leído los autos que redacta contra los prisioneros catalanes? ¿Habéis escuchado lo que opinan los juristas rigurosos? Es delirante, este tío condena antes de juzgar, imputa cargos inexistentes (que se tendrá que comer cuando el propio Tribunal europeo lo corrija), mantiene en prisión a inocentes sin justificación y ¡emite autos que son verdaderas declaraciones políticas! Tal como va la cosa, nos van a meter a todos en la cárcel. Es un juicio contra Cataluña, clarísimo. Nos quieren amedrentar. Que pasemos por el tubo y desistamos. Son unos miserables, unos cobardes; atacan a todo aquel que osa ejercer su libertad. Que vergüenza, en lo que ha acabado el Tribunal Supremo de España, buahh. Pero, se equivocan. De largo. ¿Creen de verdad que somos tan inconsistentes, tan poco seguros en nuestras convicciones, como para abandonar? ¡Ni de coña! Nosotros ya estamos en la República. Que digan lo que quieran. No someterán nuestras voluntades. Tienen la batalla perdida. Nunca perdonaremos lo que hicieron, lo que han hecho, lo que están haciendo; algún día pagaran por ello. ¡Y tanto que pagarán! Nuestro corazón ya está en otra parte. Nos perdieron para siempre. Brutos, miserables.


jueves, 18 de enero de 2018

Él y ella

Él
Se dejó caer en el sofá, donde ella ya estaba y lo miraba. Parecía azorada. La impaciencia lo empujaba a dar un paso más. Ella le atraía de una forma salvaje. Su expresión ingenua daba a entender que su deseo podía más que su temor adolescente. “Arde”, pensaba él. Pero le excitaba la ocultación de su deseo, consecuencia de una mezcla de timidez, inseguridad y temor a la vez. Sí… ella anhelaba, a la vez que temía, el salto audaz de un deseo desencadenado, incontrolable, que un hombre como él representaba. Y esa sensación, percibida en la expresión de ella, le excitaba, retroalimentaba su fogosidad, ahora ya irreprimible. La había conocido esa misma noche. Le gustó en seguida. Ambos iban colocados. Él sintió que ella lo encontraba atractivo y cuando le propuso llevarla a casa no dijo que no. Ahora presintió que era suya.
—¿Me deseas? —inquirió él, excitado.
—¡Espera, espera, espera! —respondió ella, zafándose, mientras él acariciaba ya sus pechos turgentes.
—¡Me vuelves loco!¡Looccco…! —. Su deseo era tan intenso que la envolvía con sus brazos, la besaba y se sentía fuera de sí. Le embriagaba su olor, que ahora olía en su cuello. Ella intentaba escurrirse como una anguila, pero a él esta resistencia le parecía intencionada. Consideraba que era una treta más en su diabólica estrategia para atraparlo más, para excitarlo más.
—Espera, cariño… ¡espera! —decía ella, y lo miraba inquisitiva, incluso, le pareció, con un punto de solícita tristeza.
Él pensó: “es de las que quieren, pero no quieren”; una ambigüedad que lo llevaba al paroxismo.
—¡No!¡Noooo! déjame, por favor —solicitó ella. Y empezó a sollozar.



Ella
El chico le pareció atractivo y simpático. Se lo habían pasado bien. Se acababan de conocer en la discoteca. Él le gastó una broma a propósito de sus pantalones rosas, cuando se acercó a la barra después de bailar. La invitó a una copa. Y le mostró una amplia y tierna sonrisa. Pronto apreció ella que se había establecido una buena sintonía. Por eso dijo que sí cuando le ofreció tomar otra en su casa.
La casa estaba desordenada. La cuadra típica de un soltero. Él cerró la puerta de la vivienda con llave. Le extrañó y le preguntó la razón. Soy muy paranoico con los ladrones, dijo él. Se sentó en el sofá. El chico era muy guapo. Tenía un cuerpo perfecto. Él la miraba insinuante. Sintió que algo iba mal. Lo notó, de repente. Lo miró desasosegada, mientras él caía junta a ella en el sofá, como un fardo. La abrazó y le espetó:
—Me deseas. —Su mirada encendida denotaba que no había sido una pregunta, sino una rotunda afirmación, que la dejó helada.
—¡Espera, espera, espera! —respondió, asustada. Un pensamiento tenebroso cruzó como un relámpago por su cabeza. Su pulso aumentó. Demasiado tarde, se dijo.
—¡Me vuelves loco!¡Looccco…! —dijo él con los ojos inyectados en sangre, manoseando sus pechos. Intentó zafarse, en un vano intento, procurando no ofrecer demasiada resistencia, para no desatar su ira. Luego, el miedo la paralizó.
—Espera, cariño… ¡espera! —. Ahora sentía terror, pero un instinto mayor, de supervivencia, la animaba a impostar una estrategia para zafarse del agresor. Una vana esperanza de apelar a su humanidad.
Ahora ya era consciente del peligro que se cernía, inexorable, sobre ella, impotente para hacer nada. Sabía lo que estaba a punto de ocurrir, pero rehuía siquiera pensarlo.

—¡No!¡Noooo! déjame, por favor —imploró ella, impotente. Una espesa sombra negra cayó sobre ella en ese momento. Y, sollozando, sintió que ya nunca volvería a ser la misma, ni a ver el mundo de la misma manera. 


lunes, 15 de enero de 2018

Soliloquio republicano

¡Habrase visto, un rey que azuza a sus súbditos como si fuesen súbditos! Borbones. Llegan por la puerta de atrás, se cuelan en la escena sin ser elegidos aprovechando el ordeno y mando de un régimen autoritario y en poco tiempo se creen con el derecho de darnos lecciones y decidir por nosotros. El discurso por televisión del borbón después de los hechos miserables del 1-O es un despropósito, un insulto a la dignidad… Lo veo y no lo creo, me bulle la sangre. Mira Lola, cálmate, que eres muy apasionada, me dices. Pero, ¿has visto la desfachatez del tipo? mirándote como si fuera tu padre, regañándote por pensar como piensas, poco después de que unos energúmenos nos apalizaran a la gente indefensa. ¡Prepotente!, qué se habrá creído. Fíjate como lo traiciona el propio escenario televisivo que le han montado para el discursito: el cuadro detrás con un jinete arrogante con la porra al cinto. De verdad que ese día 3 de octubre quedará para la historia, ¡vaya discursito! Buah… ahora ya sabemos que este rey milita en el pepé. En un guiño infame a los suyos, se refocilan en una venganza repugnante, mientras nosotros, tras la paliza, recibimos—¡encima!— la regañina. Aparece, en su despacho, impostando una autoridad que nos debe sin que muchos se la hayamos otorgado, dejando ver por detrás de su figura altiva el rabillo de una porra. ¡¿es una porra?! Lo parece, es una burla del destino. Un perverso recordatorio que aún percute en la memoria, ignominia de su cobarde paseo triunfal por las calles de Barcelona. Una broma macabra para recordarnos el escarnio, para remachar la humillación y señalarlo a él como a un matón. Es el bastón de mando de su soberbio antepasado, montado a caballo, señoreando como él un señorío usurpado. Es curioso como la casualidad puede armar un anuncio inesperado, que se amplifica con la fuerza de un recado que acaba por desplazar al mensaje principal. ¿O, quizás, no es una casualidad?… ¿es posible que sea el guiño de un cámara comprometido y osado, cuya remota intención con este detalle tan sutil como preclaro, sea señalarnos la deriva autoritaria del Estado? ¡Fuera con él! Yo quiero una república; ¡como que me llamo Lola que más pronto que tarde vendrá la República! De hecho, yo ya estoy en la República. Mi corazón está con la República, ya no creo en ellos; que se metan su monarquía parlamentaria y su Constitución por donde les quepa. Yo ya he desconectado. Nos han impuesto su Constitución a la fuerza: no te gusta, toma dos tazas. Te la vas a tragar como aceite de ricino. Qué rabia; estos no tragan, piensan. Les vamos a hacer pasar por el tubo quieran o no. ¿Puede ser que tengan envidia? Ummm, sí, tienen envidia. Lo sé, lo veo. Qué asco, no soportan como somos. Brutos. Han entrado en el país y lo han destrozado todo, como el niño cruel que destroza un hormiguero. Las hormigas hacendosas, van de un lado a otro, rehaciendo lo que han deshecho, impasibles, resignadas, como zombis, como seres robotizados, impasibles a la crueldad que las destruye por el placer de destruir. ¿Qué los mueve a esta conducta incomprensible? ¿el resentimiento?

Entran a saco con el 155. Destituyen nuestro Gobierno, arrasan con nuestro Parlamento. Persiguen a la gente, los intimidan. Meten en la cárcel a nuestros líderes; los rebeldes, dicen. Cuando declaran en su televisión oficial, les tiembla la comisura del labio… ¿De dónde sale tanto odio? ¿Hacía falta poner en evidencia que nos quieren mal, soltando el bajo vientre en una cagalera desaforada espoleados por un Gobierno de mediocres que, en su afán por tapar las vergüenzas de su corrupción, desatan los bajos instintos de la gente? Les explican mentiras, los azuzan contra nosotros. Oeeé, Oeeé. Los utilizan para sus fines mezquinos. España nos roba, les dicen que decimos. Hay que ser miserable. El castellano no se enseña en las escuelas, está discriminado… ya, y yo que hablo. ¿Cómo pueden haber llegado al poder estos incendiarios? ¿Y todos estos jueces y fiscales peripuestos? Buahh… Prepotentes, petulantes, mira lo que te digo. Mirando por encima del hombro, con sus puñetas de puntillas, rimbombantes, ridículos. Parásitos. Meten en la cárcel a cargos electos y luego les dicen que se retracten, que se desdigan de sus ideas ¿hay algo más indigno, más rastrero? Lo siento, lo que hice está mal hecho, no lo volveré a hacer más, prometo portarme bien, por favor, déjenme salir de prisión, se lo suplico. Babean de gusto humillando al adversario. ¡qué asco! Y luego, con una crueldad que revela lo reconcomido de su resentimiento, encima no los sueltan y los mantienen encerrados. El poder de un Estado que ha digerido mal su condición de organismo periclitado, de aparato caduco, ineficaz. Anclado en sueños de un pasado “glorioso” desaparecido, pero que no quiere desaparecer, que basa su poder en el uso de la fuerza, en lugar de la seducción. Patético.

No han aceptado el resultado de unas elecciones que ellos mismos han convocado. Venga, vamos a romperles las piernas descabezando sus organizaciones y metiendo toda la maraña que podamos a ver si conseguimos que voten otra cosa. Y si no, les mantendremos el 155, hasta que se dobleguen. Es patético verlos declarar en la tele, su odio y su resentimiento… ¡malditos catalanes, se han atrevido a votarlos de nuevo! ¡separatistas irredentos! ¡a por ellos! No satisfechos con la infamia de ponerlo todo patas arriba, además pretenden burlarse de nosotros haciéndonos creer que hemos sido víctimas de una monumental comida de coco. ¡Pobrecitos!, los han engañado, dicen. Pero se les ve el plumero, hay mala leche. Haremos todas las trampas necesarias hasta que votéis lo correcto, piensan. ¡Al carajo con la democracia! ¡Vosotros sois nuestros y punto!, dicen. Sí, nos consideran culpables. Culpables de pensar como pensamos y de hacer lo que creemos justo, de querernos escapar. ¡Quieren ser libres!, dicen con desprecio: ¡Pero si nunca habían sido tan libres como durante la “democracia”! ¡les hemos permitido tener unas condiciones como nunca antes en la historia habían podido soñar! Muchas gracias, hombre, muy agradecidos. En veinticuatro horas, con el cuento del 155, se desmonta el Estado autonómico catalán y se pone el Gobierno español a mandar y desbaratar. Esta es la autonomía que se inventaron. ¡Vaya timo! ¡Buf!… siento una opresión, una rabia. Huelo la brutalidad desde lejos, al instante. Instinto femenino. Las mujeres sabemos que es eso; como cuando un hombre, con la excusa de que te quiere, no te deja ir. Primero te pega, luego saca pecho para decirte que lo mereciste, luego intentas deshacerte del maldito maltratador, consciente del peligro que entraña: sabes que es un ogro que reaccionará mal a tu huida. ¡Eres mía!, piensa; no tienes derecho a dejarme. Te amenaza. Por miedo te quedas. Pero quieres huir, bien lejos. Por fin lo intentas, entonces él te busca, te encuentra y te clava una paliza monumental arrastrándote del pelo de vuelta a casa. ¡Eres mía! ¡Antes muerta que sin mí! … ¡qué asco!

¡Como que me llamo Lola que estos canallas no se salen con la suya! Son unos cínicos. ¿Has visto a Rajoy? ¡pero qué tipo, madre mía! Parece que no haya roto un plato, pero es más peligroso que una serpiente de cascabel. ¡Yo no he hecho nada!, pero es de los que te rompe la crisma de un porrazo y esconde la mano. ¿Quién ha sido?... Con tipos así, el mundo se convierte en un lugar peor. Son individuos nefastos; por culpa de ellos se envenena el ambiente, siembran la discordia y todo se vuelve gris y peligroso. Pero yo soy una mujer y no me engañas, con esta expresión de cariacontecido, de aquí qué pasa no pasa nada. ¡Te conozco bacalao! Tú has convertido este país en un estercolero.

Yo no quiero convivir con esta gente. Nos han cogido con su sucia zarpa por el cogote y no nos dejan ir. Brutos. Solo atienden a la razón de la fuerza. Cobardes, había que ver cómo nos pegaban a las mujeres. ¡Pero les organizamos un referéndum! ¡Toma ya! ¿Acaso piensan que pueden con un pueblo pacifico determinado a votar? Cuanto más nos aplastéis, más fuerte será nuestra determinación. Nuestro corazón, nuestra mente, nuestra alma ya está en otro lado, lejos de vosotros. ¿Acaso pensáis que doblegaréis nuestra voluntad por la fuerza? ¡Ja! Ya podéis iros haciendo a la idea: el advenimiento de nuestra República es una cuestión de tiempo. Ahora es una isla de fantasía, un territorio del imaginario, una ensoñación. Pero no hay fuerza capaz de detener un sueño colectivo. El hormiguero destruido volverá a construirse. Y lo volveréis a destruir. Y así infinidad de veces empezará el ciclo de nunca acabar. Cada acción brutal vuestra, será una nueva medida de vuestra condición miserable, de vuestra desesperada impotencia y una afirmación de nuestra irreductible determinación. ¡Sí! Pero, al final, alumbraremos nuestra República, ¡ya lo creo que sí!


¿No os da vergüenza maltratar a la gente por sus ideales y meterlos en la cárcel, sabiendo que son inocentes? Y obligarlos a declarar que sus convicciones son un error, una aberración, a cambio de salir de prisión; ¡qué miserables! Ya, claro… es que nos organizasteis una rebelión, os querías ir de España, clamáis. ¡No podíamos permitirlo! Ah, claro… No podíais permitirlo, pero habéis estado años haciendo caso omiso de nuestras demandas. ¡Que les zurzan!, pensabais. ¡Y qué esperabais? ¿Qué nos quedáramos con los brazos cruzados? Menos mal que no digo todo lo que pienso. Hoy en día no se sabe. No me fio. Ya no hay libertad de expresión. Abrigados detrás de vuestra cobardía, perseguís a todo aquel que protesta en las redes sociales. Quieren acabar con la disidencia. Acallarnos a todos. Los catalanes que pensamos diferente, quieren silenciarnos. “Lola, lola, ves con cuidado con lo que dices”, me sueltas cada vez que me ves teclear en Twitter. España ya no es una democracia, desde luego que no, te lo digo yo. Se han envalentonado: con un energúmeno en Estados Unidos y un atajo de corruptos apoltronados en Europa, las mafias nos tienen bien cogidas por… ¡Asqueroso, Trump! Yo sí que lo cogía a él por el rabo y se lo estiraba bien estirado. ¡Marramiauuu! La democracia declina, nos la han secuestrado, te lo digo yo. Separación de poderes, ¡ja! Que no me vengan con cuentos: ¿acaso creen que nos chupamos el dedo? ¿Pretenden que nos creamos que toda la operación contra Cataluña no es una operación minuciosamente coordinada entre gobernantes, jueces y fiscales? ¿Qué actúan cada uno por su lado, y que la acción perfectamente sincronizada es producto de la coincidencia, que unos y otros actúan independientemente? ¡ja! Tienen a inocentes en las cárceles, acusados con delitos falsos y no los soltarán hasta que les dé la gana, hasta que se les pase la rabia y el odio acumulados. Miserables. Luego sale Rajoy, o Millo, o Iceta, o la madre que los parió y hablan de reconciliación. ¡Ja!, qué cinismo. No tienen vergüenza. Pero ellos, erre que erre, piensan que al final nos cansaremos, nos desmovilizaremos y les dejaremos hacer. ¡ja! Antes pasan por encima de mi cadáver, te lo digo yo, como que me llamo Lola ¿No os gusta la República?, pues toma fem república. No te gusta el color amarillo, pues toma lazo amarillo como una catedral. Os digo una cosa a todos, sí, a todos, españoles, catalanes y a tutti quanti: hoy nos persiguen a nosotros, por malditos-separatistas-hay-que-acabar-con-ellos, pero mañana irán a por vosotros. Como que me llamo Lola que estos no se paran aquí, que lo que quieren es acabar con la gente libre y que piensa. Quieren súbditos adocenados y consumidores, no espíritus libres. ¿Qué noooo? Ya hablaremos. Que te lo digo yo: lucha ahora por tu libertad, sino te la birlarán. ¡Viva la República!