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domingo, 22 de octubre de 2017

El golpe del 155

Yo te pregunto a ti… ¡sí, a ti; el que estás leyendo esto ahora mismo! ¿te parece bien el desmantelamiento de las Instituciones de Cataluña en aras a “restablecer el orden” que decidirá el Partido Popular? ¿un partido que tiene una representación residual en Cataluña y que levanta fundadas sospechas de sentir odio hacia los que defienden ideales independentistas, con los que se sienten identificados al menos la mitad de los catalanes?

No me quiero dirigir ahora a todos los que legítimamente defienden la independencia – hace falta recordar que estas ideas están permitidas por la Constitución que tanto se esgrime--, sino a todos aquellos que, en Cataluña, pero también en España, creen que la democracia es el marco en el que deben resolverse los conflictos. ¿Entienden, todas estas personas, que esta es la manera de resolver el gravísimo conflicto que nos ocupa? Estoy convencido que no. Yo creo que, en España, igual que en Cataluña, los ciudadanos razonables entienden que los gobiernos no han estado a la altura, han encauzado mal el conflicto y lo han abocado a un campo minado.

Se puede estar fervorosamente en contra de la independencia, ¡sólo faltaría! Pero yo pregunto: ¿esa es la manera –el golpe del 155-- como mis conciudadanos creen que se debe resolver el conflicto? Seamos honestos: ¿puede considerarse legítimo que el Gobierno y el establishment español destruyan las Instituciones que los catalanes hemos construido a lo largo de los últimos cuarenta años? Se escudan en la ley para perpetrar tamaña barbaridad, pero son ellos los primeros que se la saltan a la torera organizando este desaguisado. Vuelvo a apelar al sentido de la legitimidad y de la proporción de mis conciudadanos: El actual gobierno del PP pretende, bajo el amparo del golpe del 155, hacerse con las riendas del gobierno de Cataluña, amordazar al Parlament, censurar los medios de comunicación, encarcelar a adversarios políticos, amedrentar a nuestros representantes políticos con la amenaza de arruinarlos o encarcelarlos, someter a funcionarios públicos que no acaten las nuevas directrices con la suspensión de su sueldo y un largo etcétera que todos conocéis. ¿Esta es la manera de defender la Constitución, de apelar al orden y la ley? Yo creo que no.. ¿y tu? Algunos alegan que lo que nos pasa nos lo hemos buscado. Volveré sobre una imagen que ya he utilizado en posts anteriores: El maltratador justifica sus hechos diciendo que la víctima lo provocó. Como si esa provocación justificara la violencia que sobre ella ha ejercido de una forma intolerable y cobarde. Pero ahora la cosa va más allá: en una venganza tan ciega como arbitraria, después de haber perpetrado su execrable crimen, las autoridades han designado al propio violador como custodio de la víctima.

Volvamos al principio de realidad. Hay un problema: 2,3 millones de catalanes llevan pidiendo una solución a su problema desde hace años sin que el Estado lo haya atendido. Al contrario, en una actitud de desprecio y de prepotencia se ha negado a trabajar en una conciliación que aviniera a todas las partes y siguiera garantizando la convivencia. Así hemos llegado a dónde estamos. Ahora, además, se suman en Cataluña muchos más ciudadanos que sin ser ni mucho menos independentistas ven con rabia e indignación que el Estado en el que han creído hasta ahora, conculca las más elementales formas democráticas. Y no están de acuerdo.

Y yo vuelvo a preguntarle a mis conciudadanos, dejando aparte el conflicto catalán, ¿creen realmente que el sistema que compone el PP, con la complicidad de Ciudadanos y del PSOE, es democrático? ¿se han preguntado qué hay detrás de esta actitud intransigente? ¿tiene algo que ver la corrupción del sistema y el temor a que, poco a poco, los ciudadanos vayamos destapando el inmenso fraude con el que nos han estado engañando y robando en los últimos decenios?

Hoy pagamos los catalanes con el infortunio de ver como se nos reprime y se destruye nuestra libertad. Muchos de vosotros, hoy ciegos por ver cómo se castiga la iniciativa independentista en la que legítimamente no creéis, ignoráis el ultraje contra las libertades que se está perpetrando. Pero pensad que mañana seréis los siguientes cuando, enarbolando con orgullo vuestras convicciones, veáis como ese mismo Estado autoritario masacra también vuestras libertades.


miércoles, 28 de junio de 2017

Un rey de cartón piedra


Solemne sesión en el Congreso para celebrar los cuarenta años de democracia. Discurso del Rey convertido en una proclama propagandística contra la voluntad independentista en Cataluña. Lamentable. Con estos discursos, el Estado remacha su voluntad de criminalizar a los ciudadanos que piensan diferente. En una puesta en escena de afirmación nacionalista --de un nacionalismo españolista, por supuesto--, los poderes del Estado, la Monarquía y la Cámara de diputados, han afirmado sus convicciones democráticas y su adhesión a la Constitución en un acto que, de forma torticera, pretende demostrar que ellos son los verdaderos defensores de la Constitución y la democracia y no los catalanes partidarios de encontrar un nuevo encaje.
Una manipulación tan sutil como mezquina y cobarde, pues no es cierto que los ciudadanos catalanes que estamos indignados con la situación actual seamos anti constitucionalistas o anti demócratas. Más bien al contrario, muchos de nosotros luchamos en los años setenta por el advenimiento de esta democracia y ratificamos entonces con nuestro voto la presente Constitución. Es más, curiosamente veo muchas caras, hoy militantes en el PP, que en aquellos días estaban del lado del franquismo más recalcitrante, no sólo contrarios a lo que se estaba gestando sino claramente beligerantes con la nueva Constitución y el orden democrático que estábamos instituyendo.

Así que lo de hoy, además de vergonzoso, injusto y manipulador, es una muestra más del cinismo de un Estado que ha orillado intencionadamente a una parte nada desdeñable de la ciudadanía, no aceptando la diferencia de pensamiento que estos representan. Así, mientras el gobierno incumple con su principal función, que es la de dar salida a los conflictos democráticos que la sociedad plantea, escondiendo la cabeza debajo del ala y rehuyendo su responsabilidad, cuando no azuzando el fuego, el Estado abunda en la injusticia y muestra su talante intolerante al abandonar a miles de ciudadanos que, impotentes, ven como, no solo no se da solución a sus problemas, sino que se utilizan las instituciones de todos para criminalizarlos y exponerlos ante el resto de los españoles como delincuentes.


sábado, 10 de septiembre de 2016

Determinación


Del lat. determinatio, -ōnis.
1. f. Acción y efecto de determinar o determinarse.
2. f. Osadía, valor.*

Mañana se celebra una nueva Diada. Una parte importante de la ciudadanía de Cataluña –seguramente una amplia mayoría—volverá a expresar su deseo de independizarse de España. En mi opinión, el enroque de la política española, que mantiene al Estado sin gobierno desde hace muchos meses y que, con toda probabilidad, llevará a unas terceras elecciones, es debido a la incapacidad de la clase política española –sea cual sea el partido—y de las instituciones del Estado para entender los sentimientos de los catalanes, sus problemas y sus anhelos. Mariano Rajoy y su partido no consiguen gobernar por una razón muy clara: son incompetentes para dar solución a los sutiles problemas que tenemos planteados. Su mediocridad, su desprecio por la diferencia –en este caso, por la riqueza que representa la diferencia—y su incapacidad para pactar, empecinándose en una actitud tan cerril como estúpida, les han llevado a ellos y al país a la situación en la que estamos.
Sin Cataluña no se puede gobernar España. Es así de claro. Y han hecho todo lo posible para que los catalanes deseemos construir un nuevo futuro. Este proyecto no lo pararán con malas artes, ni siquiera con la fuerza. Las comunidades que tienen un proyecto común y se ilusionan con él son imparables. Y Cataluña lo tiene. Por mucho que digan, este proceso seguirá adelante. Y triunfará: sólo es cuestión de tiempo.

*Diccionario de la Real Academia Española

Foto: Joan Miró, Montroig del camp, 1919