Estoy intrigado. Hoy he seguido el telediario de TVE de las
tres de la tarde. La noticia del día es la victoria de Donald Trump –pronúnciese
tramp-- en las primarias, que le
abren el camino de la candidatura republicana hacia la presidencia de Estados
Unidos. Muchos consideran este éxito fulgurante como una sorpresa. Sinceramente,
yo me pregunto por qué. Cosas más raras vemos y veremos en este mundo que nos
toca vivir. Pero ésta no es la razón de mi intriga. Veréis… os explico: Donald
Trump, como ya habréis observado, tiene mucho tupé. No, no… no lo digo sólo en
sentido figurado. Es literal, lleva un peluquín. Un peluquín rubio, rubísimo,
que le cubre la cabeza ahí dónde muchos, a su edad, ya son calvos o muestran entradas
pronunciadas. Parece una tortilla a la francesa. O mejor aún, un tapete de
dorado hilo de seda, muy bien planchado, con el que tapar las que él debe
considerar sus vergüenzas. Lo peina, el muy saleroso, como si fuera un elvispresley apolillado. Pero si prestáis
atención –y yo lo he hecho hoy al verlo en televisión—parece como si las imágenes
de Trump estuvieran trucadas. Es un tema inquietante. Como si le hubieran
añadido ese velo que, a veces, los productores de tv sobreimprimen en las imágenes
para proteger la intimidad de las personas, sobre todo a los niños. Ya sabéis,
ese velo de las caras por las que se ve y no se ve la cara del personaje. Pues bien,
a nuestro amigo Donald le ocurre eso con su tupé. Mi pregunta es la siguiente:
¿Acaso son fotogramas trucados para preservar la imagen del amigo Donald y que,
de esta forma, luzca un mayor atractivo ante la opinión pública, ahora que ya
parece evidente que puede ser un próximo presidente? Si alguno de vosotros
descubre el misterio, ruego me lo diga. Aunque también cabe la posibilidad de
que no sea un tupé, sino una tortilla
natural y, en vistas del éxito conseguido, los americanos ya empiecen a
manipular los mensajes para darnos una imagen benéfica de su rampante y
flamante nuevo líder. También se puede dar el caso de que no siendo, como
decimos, un tupé artificial, sino su propio cabello, sea éste de un rubio tan
luminoso, que ciegue la imagen produciendo el efecto antes explicado. Una luz
cegadora, mística, como la aureola de los santos. Una cortina de humo para
despistarnos y hacernos soñar con algo mejor que lo que realmente se esconde
detrás. No sé, es difícil verle el plumero a Donald –nunca mejor dicho--, pues
intenta esconderlo y no sabemos a ciencia cierta qué es lo que esconde debajo
de su tupe, natural o no. En todo caso, ¡ya podéis reíros, ya! Porque “uncle
Donald” ya ha demostrado sus dotes para seducir, con su tupé y su cartera, a
las más bellas mises del nuevo continente. ¡TRUMP POWER!
jueves, 5 de mayo de 2016
miércoles, 4 de mayo de 2016
Mantres de llit
Eduard Sanahuja ha guanyat el premi de poesia dels Jocs Florals de Barcelona 2016, que li ha estat lluirat aquesta tarda al Saló de Cent de Barcelona.
Ha llegit per a nosaltres, magistralment, aquesta poesia --que escolleixo-- entre altres tres:
MANTRES DE LLIT
Tots els llits tenen forma de sepulcre.
Quan t´hi endinses t'entrenes per morir.
Tots els llits atresoren una culpa:
la memòria del llit és violenta.
Algú que t'ha estimat renta els llençols.
Algú escapça les nits que li fan nosa.
Algú planta un amor de crisantems.
Són molt experts els llits si han de fingir.
saps que en el llit l'excusa es torna adulta?
Saps que no dorm el llit quan algú hi plora?
Dóna´m un llit i et dic qui hi ha patit.
M'estimo el llit perquè aprèn bé les coses.
Eduard Sanahuja
Palabra
Hoy empieza la Semana de Poesía de Barcelona. Es el tiempo para la palabra y, en homenaje a este acontecimiento, os brindo este poema:
Palabra
Alza el vuelo una palabra
es un ave del paraíso
con su luminoso colorido
inunda la nada de sentido
Palabra es también su canto
vibra el tímpano de la nada
llora en nosotros su signo
Paco Marfull
Si os interesa conocer más sobre esta Semana de Poesía de Barcelona, podéis clicar aquí. El dibujo que ilustra este acontecimiento --muy bello, por cierto-- es de Xavier Puigmartí, un amigo que vive en El Cairo.
lunes, 2 de mayo de 2016
Ángel y demonio
El héroe, que Entonces
no sabía que lo era, penetró en las entrañas de la casa incendiada a través
de las llamas, que ahora ya ardía con furia. una mujer despavorida, le miraba con ojos desorbitados por el terror.
Era la madre de una niña atrapada. Él
siempre se tuvo por un cobarde. No lo pensó dos veces. En el centro
mismo de ese infierno, Podía oírse
claramente el llanto desgarrador de una niña. Era un ser vulnerable y frágil. Atrapada
en ese infierno de humo y fuego,
se desgañitaba desesperadamente. Nada
son la ignominia y el dolor comparados con el espanto de esta escena. El individuo, hasta ahora un hombre
corriente, penetró en el abismo de fuego. Una aberración, un despropósito. Una decisión insensata, contraria al sentido común, que atentaba contra los más sagrados
principios, contra la propia vida. Un acto temerario que podría calificarse de absurdo, pues
entraba, a través del torbellino de fuego, en una muerte segura. Pero ese hombre discreto, incluso gris, que hasta ahora había pasado desapercibido entre los miembros de su
comunidad, no lo dudó ni un instante y se lanzó a una muerte casi infalible, llevado
por un impulso que ni él mismo era capaz de explicarse más tarde, una vez
de vuelta –como si hubiera acaecido un milagro--, de esa pira devoradora. Un individuo
que hasta ahora jamás Había violado norma
alguna, ni había destacado, según comentó una
mujer, que luego resultó ser su esposa, por ningún acto especial que
pusiera de relieve su personalidad o una calidad humana destacada. Volvía,
milagrosamente, con la niña en sus brazos. Ambos indemnes. Había salvado su
vida, Con un acto tan estúpido como
heroico. en pocos minutos, había hecho
trizas el concepto que tenían de él los que le habían conocido. Ni él mismo se lo explicaba, pero lo hizo. La
mujer que hasta hace poco era una madre aterrorizada por la idea de ver arder viva a su propia hija, si no
hubiera sido por ese acto inexplicable
de suprema generosidad, sería ahora un
despojo humano, una vida rota.
Paco Marfull
domingo, 1 de mayo de 2016
Divagaciones sobre el fin del mundo
Hay un poema de Antonio Machado* que es inquietante y misterioso. Grandísimo. Me
encanta. Aquí lo tenéis:
(un loco)
Es una tarde
mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la
tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro
yerra.
Por un camino
en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven
sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco
vocifera
a solas con su sombra y su
quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal
rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la
ciudad… Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos
de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y
sequiza
–rojo de herrumbre y pardo de
ceniza—
hay un sueño de lirio en la
lontananza.
Huye de la
ciudad. ¡El tedio urbano!
--¡Carne triste y espíritu
villano!
No fue por una
trágica amargura
esta alma errante desgajada y
rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
*Campos de castilla. Antonio Machado. Catedra, 1989
Tirando del hilo de este poema, me dejo llevar por
pensamientos apocalípticos. ¿Puede ser, este personaje, un quijote? ¡Sin duda!
Así avanzan muchas veces los cuerdos purgando la locura de otros. Hace ya
treinta años del desastre de Chernóbil.
Parece que fuera ayer, pero ya son un montón de años. Ahora pueden verse las
calles despobladas de ciudades abandonadas, como un mal sueño. La maleza se ha
comido el asfalto y trepa por las desamparadas paredes de los edificios. Una
ciudad fantasma. Y así seguirá durante centenares, quizás millares de años. Aquí
y allá objetos abandonados, ahora viejos y oxidados. Sombra triste de otro
tiempo. Una huella macabra del paso del hombre. Una prueba de su estulticia. Un
silencio sepulcral lo cubre todo, una tragedia muy gorda se masca todavía en el
ambiente. De repente aparece, como de la nada, una anciana. Apenas puede
caminar, si no fuera por la ayuda de un andador. Es una aparición
fantasmagórica, uno de los escasos seres humanos que no quisieron abandonar el
infierno de destrucción y muerte en que esto había de convertirse. Prefirieron
quedarse aquí, aún a costa de sus vidas. ¿A dónde iban a ir? Locos que purgan
una locura ajena, la terrible cordura del idiota.
La carrera de armamento nuclear. La proliferación infinita
de misiles. Un delirio en espiral
que ha alimentado la locura humana. Para destruir, no una, sino miles de veces
la Tierra. ¿Cómo se entiende? Imperios cuya razón de ser se basaron en acumular
poder de destrucción… ¡para destruirse, también, a sí mismos! ¿Dónde está este
mecanismo que nos impulsa hacia ese instinto de destrucción? Es la lógica del
idiota. ¿Cómo puede ser que apostemos antes por nuestro propio extermino que
por la prosperidad del adversario? Vilezas superiores, en fuerza, al instinto
de vivir. Gigantescos estados como el imperio soviético, se deslizaron por la
pendiente del delirio. Idiotas al frente de tales responsabilidades, locos de
los que dependía el poder de acabar con todo. Somos poderosos, podemos devastarlo
todo. Podemos arrasar con todo y convertir la superficie del planeta en ceniza.
Millones de personas, mientras, no disponían de los mínimos. Porque el dinero
se gastaba en construir más misiles, siempre más. Es un mundo de locos.
Dice Lucrecio, en su libro De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), un libro lúcido
y de una avanzada modernidad para su tiempo, escrito en el siglo I a.C., que el
fin del mundo es algo indudable, que acaecerá sin duda. Lo que pasa es que
Lucrecio pertenece a una época en la que era impensable que el final pudiera deberse
a la imprudencia o irresponsabilidad de los hombres. La causa sería natural.
Dice así:
… Considera, en primer lugar, los mares, las tierras y el cielo; son
tres materias, tres cuerpos, tres formas completamente distintas y tres
texturas; pues bien, un solo día las hará perecer, y esta mole y fábrica del
mundo se derrumbará después de estar en pie tantos años. Y no se me oculta cuán
nueva y sorprendente es la idea de que hayan de perecer la tierra y el cielo, y
cuán difícil me será convencerte con mis palabras; como sucede siempre que
hacer oír a los hombres cosas hasta entonces no oídas, sin que puedas
exponerlas ante los ojos ni situarlas al alcance de la mano; pues esta es la
vía más recta y segura para llevar la confianza hasta el corazón de los hombres
y los recintos de su mente. Hablaré, sin embargo. Quizá la realidad misma dará
fe de mis dichos, y tú mismo verás cómo espantosos terremotos hacen en un
momento caer el mundo en ruinas; lo cual desvíe lejos de nosotros la fortuna
que todo lo rige, y sea la razón, y no los hechos, lo que te convenza de que el
universo puede derrumbarse, vencido, con horrísono fragor.
El hombre contemporáneo ha perdido la inocencia y es mucho
más escéptico que, incluso, los adeptos milenaristas de Nostradamus. No
llegaremos a ver como el mundo llega a su fin de forma natural; antes
acabaremos nosotros con él. ¿De dónde brota este instinto malsano de la
autodestrucción? ¿Cómo estamos paridos? Cuando eres un niño, en tu ingenuidad, con
tu mente tan fresca y sana, no puedes creer que los adultos, en quién confías,
puedan jugar con la destrucción del mundo. No puede ser, te dices. De ninguna
de las maneras. Eso no pasará. Pero los años pasan, y acabas dándote cuenta de
que sí que es posible. Somos así de bestias e insensatos. Podemos pulverizar el
mundo. Y si eso no ha pasado ya, puede calificarse de auténtico milagro.
¿Qué esperanzas tenemos de que tamaña insensatez no se lleve
a cabo? Ninguna. Nos autodestruiremos y todo habrá acabado. La gran aventura de
la vida habrá saltado por los aires, en un segundo. ¡Puffff! Se acabó. El
Universo volverá a su silencio inmutable. Indiferente a la estupidez humana.
Quizás, dentro de unos cuantos miles de millones de años más, reaparecerá la
vida. Un pequeño corpúsculo. Una pequeña mota que irá creciendo, tozuda y
perseverante. Y así hasta que la creación surja de nuevo, una vez más, en toda
su esplendorosa diversidad y complejidad, tan fascinante como un dios.
Entonces, la cordura de un idiota dará con todo al traste, de nuevo.
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viernes, 29 de abril de 2016
Sobre la (in)decencia de los políticos
Me sorprendió que, el otro día, Pedro Sánchez se
arrepintiera de haber llamado indecente a Mariano Rajoy y le pidiera disculpas.
Eso sí que me parece indecente. No por el hecho de disculparse, no. Eso me
parece, hasta cierto punto, comprensible. Lo que me parece indecente es que el
candidato del PSOE retirara su ofensa al presidente del Gobierno como
consecuencia de una decisión mezquina y cobarde. Un acto que dice mucho de la escasa
integridad ética de este político, de su poca dignidad como persona. ¿Alguien entiende
este giro repentino de su pensamiento? Yo sí: como la jugada le ha salido mal,
ahora ya está pensando en gobernar en coalición con el insultado, pues no le
queda otra opción. Así de íntegro es el candidato socialista al gobierno del
estado.
Yo no le hubiera retirado el calificativo a Rajoy. Las verdades
ofenden. ¿De qué otra manera se puede calificar a quién ha gobernado como ha
gobernado? ¿Acaso hace falta volver a repetir la lista de agravios con la que
el gobierno de Mariano Rajoy ha castigado a los ciudadanos de este país? Yo
resumo y destaco dos: su indiferencia por los más débiles, promoviendo
políticas que favorecían a los que más tienen, en contra de la mayoría social, en
medio de una gravísima crisis, aprovechando su control del estado para
saquearlo a favor de las distintas tramas corruptas de las que está formado el
PP. Y dos, su indiferencia y desprecio por un los anhelos y las necesidades de
millones de ciudadanos catalanes, que no sólo ha ninguneado, sino que ha
sometido a un verdadero chantaje y acoso, utilizando con malas artes el centro de control y comando central para
doblegar por la fuerza la voluntad de los catalanes obligándolos a tragar. Yo, a eso, le llamo, como
mínimo, indecencia.
Pero Pedro Sánchez, con el PSOE detrás, tampoco se queda
corto. Este político, en su falsedad, nos intenta convencer que no ha logrado
pactar un gobierno por culpa de Podemos y otros partidos de izquierda. Es un
falso y miente; todos sabemos que la razón no es ésta. Pedro Sánchez no ha
podido formar gobierno porque no está dispuesto a buscar una solución para Cataluña.
Así de simple. Y ya lo dije en un post anterior –y lo reitero—, sin el concurso
de Cataluña no se puede gobernar el estado español. Así de claro. Pero, además,
no olvidemos que la corrupción también afecta a este partido, como afecta,
entre otros, a CIU. De repente, nos hemos despertado, hemos abierto los ojos y
nos hemos encontrado con el pastel. Mientras cada uno de nosotros trajinaba con
sus propios asuntos, que no es poco --pues suficiente tiene cada uno para
sobrevivir y tirar para adelante—nos estaban saqueando. Al principio nos
parecía que se trataba de un ladronzuelo por aquí, otro por allá. Pero no, ha
sido el crimen organizado. ¡Y bien organizado! Las mafias han asaltado el estado
y se han ido llevando lo que producíamos, entre todos y para todos, para su casa.
Leí hace unos días que el desfalco puede haber supuesto unos 200.000.000.000
euros, ¡dos cientos mil millones de euros! ¡Pero como puede haber pasado esto,
bajo nuestras propias narices!
Pues bien, así las cosas, ahora el señor Sánchez, con el
PSOE al lado, y el señor Rajoy, con el PP a sus costados, se aprestan a
perdonarse agravios y preparar el terreno para, una vez celebradas las
elecciones de junio 2016, previendo un resultado enrocado o poco diferente al anterior, quizás favorable para ellos,
coaligarse para gobernar. Si esto ocurre será una tomadura de pelo. O, mejor
dicho, un escándalo mayúsculo. Yo lo calificaría incluso de golpe de estado. Un golpe de estado
contra todos nosotros. Un golpe de estado para que, de nuevo, los delincuentes
se encastillen, borren las pruebas de sus indecencias y nos continúen robando. Porque,
¿Acaso van a acabar con la corrupción, o la evasión fiscal, los que se
benefician de ella? Por descontado que no.
Me niego a creer que el PP y el PSOE tomarán de nuevo el
poder. Me niego a creer que esto va a pasar. Quiero creer que los ciudadanos,
en su conjunto, independientemente de nuestras ideas, no lo permitiremos. Nos
merecemos algo mejor. No podemos tirar la toalla ahora que el crimen es
evidente. No podemos permitir que esa gente siga mandando. Sí, ya sé… hay que
mover el culo, da pereza. Preferimos mirar para otro lado, hacer ver que eso no
va con nosotros. Inhibirse, la posición fácil. Esconder la cabeza debajo del
ala. NO. Esto no funciona así; si no queremos perder definitivamente la
libertad y todo lo que tenemos, aunque sea poco, deberemos enfrentar la lucha
que representa empezar de nuevo.
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martes, 26 de abril de 2016
¡Somos compulsivos acaparadores de cosas!
Cada vez somos más
conscientes de que no podemos continuar así. Nuestro sistema de vida es
simplemente inviable. El planeta tiene un tope, no soporta un crecimiento
exponencial. No podemos consumir recursos sin límite. La demografía no puede
crecer infinitamente. Generamos más basura, mayor polución que la que la Tierra
puede razonablemente absorber: es infantil y estúpida nuestra actitud. Es una
insensatez el mirar hacia otro lado, como si no quisiéramos darnos cuenta.
El consumo es una enfermedad
compulsiva. Todos hemos sido inoculados con este virus. Objetos, objetos y más
objetos… No podemos vivir sin ellos. Pero, al mismo tiempo, sentimos una enorme
frustración al constatar que el vehemente impulso con el que los deseamos, no
se corresponde después con la satisfacción que nos causan. Y así, a la compulsión
sinfín por tener un nuevo juguete,
sucede la frustración de constatar que el objeto que tenemos entre manos es insulso.
La satisfacción que nos crea es muy efímera y desaparece tan pronto como la
llama de una cerilla. Decepcionados, volvemos a desear uno nuevo y lo
requerimos con una urgencia despótica. Y así de nuevo, en un ciclo que sólo nos
produce desasosiego y frustración. Esta desazón no nos aporta la felicidad, nos
vacía por dentro y nos convierte en muñecos rotos, en seres desvestidos de una
verdadera esencia.
No hay otro camino que la
recuperación de un nuevo sentido a nuestras vidas. Sólo las cosas profundas,
los sentimientos, las emociones, la amistad, el amor, la vida interior nos
convierten en personas plenas. Con esta plenitud llega la felicidad. Hemos de fomentar
un sistema que busque la integridad de las personas, su calidad humana. Que
ponga énfasis prioritario en los valores, frente a la acumulación de objetos.
La humanidad precisa de un salto adelante. Hasta ahora hemos creído que este
salto adelante estaba relacionado con los avances técnicos. Y no es así. El
verdadero avance, el paso de gigante, se producirá cuando entendamos que el progreso
no está tanto en el ámbito del ingenio, de la ciencia o de la tecnología, sino
en la esfera de la ética.
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