martes, 26 de abril de 2016

¡Somos compulsivos acaparadores de cosas!


Cada vez somos más conscientes de que no podemos continuar así. Nuestro sistema de vida es simplemente inviable. El planeta tiene un tope, no soporta un crecimiento exponencial. No podemos consumir recursos sin límite. La demografía no puede crecer infinitamente. Generamos más basura, mayor polución que la que la Tierra puede razonablemente absorber: es infantil y estúpida nuestra actitud. Es una insensatez el mirar hacia otro lado, como si no quisiéramos darnos cuenta.
El consumo es una enfermedad compulsiva. Todos hemos sido inoculados con este virus. Objetos, objetos y más objetos… No podemos vivir sin ellos. Pero, al mismo tiempo, sentimos una enorme frustración al constatar que el vehemente impulso con el que los deseamos, no se corresponde después con la satisfacción que nos causan. Y así, a la compulsión sinfín por tener un nuevo juguete, sucede la frustración de constatar que el objeto que tenemos entre manos es insulso. La satisfacción que nos crea es muy efímera y desaparece tan pronto como la llama de una cerilla. Decepcionados, volvemos a desear uno nuevo y lo requerimos con una urgencia despótica. Y así de nuevo, en un ciclo que sólo nos produce desasosiego y frustración. Esta desazón no nos aporta la felicidad, nos vacía por dentro y nos convierte en muñecos rotos, en seres desvestidos de una verdadera esencia.
No hay otro camino que la recuperación de un nuevo sentido a nuestras vidas. Sólo las cosas profundas, los sentimientos, las emociones, la amistad, el amor, la vida interior nos convierten en personas plenas. Con esta plenitud llega la felicidad. Hemos de fomentar un sistema que busque la integridad de las personas, su calidad humana. Que ponga énfasis prioritario en los valores, frente a la acumulación de objetos. La humanidad precisa de un salto adelante. Hasta ahora hemos creído que este salto adelante estaba relacionado con los avances técnicos. Y no es así. El verdadero avance, el paso de gigante, se producirá cuando entendamos que el progreso no está tanto en el ámbito del ingenio, de la ciencia o de la tecnología, sino en la esfera de la ética. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario