Me sorprendió que, el otro día, Pedro Sánchez se
arrepintiera de haber llamado indecente a Mariano Rajoy y le pidiera disculpas.
Eso sí que me parece indecente. No por el hecho de disculparse, no. Eso me
parece, hasta cierto punto, comprensible. Lo que me parece indecente es que el
candidato del PSOE retirara su ofensa al presidente del Gobierno como
consecuencia de una decisión mezquina y cobarde. Un acto que dice mucho de la escasa
integridad ética de este político, de su poca dignidad como persona. ¿Alguien entiende
este giro repentino de su pensamiento? Yo sí: como la jugada le ha salido mal,
ahora ya está pensando en gobernar en coalición con el insultado, pues no le
queda otra opción. Así de íntegro es el candidato socialista al gobierno del
estado.
Yo no le hubiera retirado el calificativo a Rajoy. Las verdades
ofenden. ¿De qué otra manera se puede calificar a quién ha gobernado como ha
gobernado? ¿Acaso hace falta volver a repetir la lista de agravios con la que
el gobierno de Mariano Rajoy ha castigado a los ciudadanos de este país? Yo
resumo y destaco dos: su indiferencia por los más débiles, promoviendo
políticas que favorecían a los que más tienen, en contra de la mayoría social, en
medio de una gravísima crisis, aprovechando su control del estado para
saquearlo a favor de las distintas tramas corruptas de las que está formado el
PP. Y dos, su indiferencia y desprecio por un los anhelos y las necesidades de
millones de ciudadanos catalanes, que no sólo ha ninguneado, sino que ha
sometido a un verdadero chantaje y acoso, utilizando con malas artes el centro de control y comando central para
doblegar por la fuerza la voluntad de los catalanes obligándolos a tragar. Yo, a eso, le llamo, como
mínimo, indecencia.
Pero Pedro Sánchez, con el PSOE detrás, tampoco se queda
corto. Este político, en su falsedad, nos intenta convencer que no ha logrado
pactar un gobierno por culpa de Podemos y otros partidos de izquierda. Es un
falso y miente; todos sabemos que la razón no es ésta. Pedro Sánchez no ha
podido formar gobierno porque no está dispuesto a buscar una solución para Cataluña.
Así de simple. Y ya lo dije en un post anterior –y lo reitero—, sin el concurso
de Cataluña no se puede gobernar el estado español. Así de claro. Pero, además,
no olvidemos que la corrupción también afecta a este partido, como afecta,
entre otros, a CIU. De repente, nos hemos despertado, hemos abierto los ojos y
nos hemos encontrado con el pastel. Mientras cada uno de nosotros trajinaba con
sus propios asuntos, que no es poco --pues suficiente tiene cada uno para
sobrevivir y tirar para adelante—nos estaban saqueando. Al principio nos
parecía que se trataba de un ladronzuelo por aquí, otro por allá. Pero no, ha
sido el crimen organizado. ¡Y bien organizado! Las mafias han asaltado el estado
y se han ido llevando lo que producíamos, entre todos y para todos, para su casa.
Leí hace unos días que el desfalco puede haber supuesto unos 200.000.000.000
euros, ¡dos cientos mil millones de euros! ¡Pero como puede haber pasado esto,
bajo nuestras propias narices!
Pues bien, así las cosas, ahora el señor Sánchez, con el
PSOE al lado, y el señor Rajoy, con el PP a sus costados, se aprestan a
perdonarse agravios y preparar el terreno para, una vez celebradas las
elecciones de junio 2016, previendo un resultado enrocado o poco diferente al anterior, quizás favorable para ellos,
coaligarse para gobernar. Si esto ocurre será una tomadura de pelo. O, mejor
dicho, un escándalo mayúsculo. Yo lo calificaría incluso de golpe de estado. Un golpe de estado
contra todos nosotros. Un golpe de estado para que, de nuevo, los delincuentes
se encastillen, borren las pruebas de sus indecencias y nos continúen robando. Porque,
¿Acaso van a acabar con la corrupción, o la evasión fiscal, los que se
benefician de ella? Por descontado que no.
Me niego a creer que el PP y el PSOE tomarán de nuevo el
poder. Me niego a creer que esto va a pasar. Quiero creer que los ciudadanos,
en su conjunto, independientemente de nuestras ideas, no lo permitiremos. Nos
merecemos algo mejor. No podemos tirar la toalla ahora que el crimen es
evidente. No podemos permitir que esa gente siga mandando. Sí, ya sé… hay que
mover el culo, da pereza. Preferimos mirar para otro lado, hacer ver que eso no
va con nosotros. Inhibirse, la posición fácil. Esconder la cabeza debajo del
ala. NO. Esto no funciona así; si no queremos perder definitivamente la
libertad y todo lo que tenemos, aunque sea poco, deberemos enfrentar la lucha
que representa empezar de nuevo.