Me gusta la
poesía, cada vez más. En estos años pasados, en los que se me hacía difícil la
concentración, la poesía ha resultado una gran compañera. Es una forma de leer
diferente, al que se accede con otro ritmo. Su musicalidad abunda, como un
mantra, en la posibilidad de ser atrapados y seducidos. Permite concentrar una
idea, trasladar un mensaje o suscitar una emoción de una forma muy concisa, con
economía de palabras. Es como paladear un rico manjar, que uno degusta poco a
poco, celoso de que se acabe. En un breve fragmento puedes descubrir un mundo.
Un solo verso afortunado, puede abrirte una emocionante sugerencia. En cierta
forma, es la quintaesencia de la escritura, ya que podemos acceder a poderosas
intuiciones con un mínimo de recursos narrativos. Es la máxima concisión
literaria; todo es esencial y nada se desperdicia. Cada palabra puede evocar en
nosotros un pensamiento.
La poesía, al
contrario que la filosofía, permite expresar nuestros pensamientos más
elevados, sin la exigencia de la lógica, sin remitirse a un sistema coherente,
demostrable y cerrado en sí mismo. La poesía indaga en el mundo de las
intuiciones. Es otra forma de la verdad, acaso más auténtica y directa. Una
verdad personal que, apelando a la propia experiencia, nos acerca a los límites
de la razón. Un espacio más allá de lo demostrable, pero que, en su realidad
inteligible y misteriosa, al ser compartida entre el lector y el poeta, produce
una honda emoción, un inmenso placer. Es el poder benéfico de saber que al menos
otro individuo comparte un espacio misterioso, apenas intuido, pero que nos
acerca a ese linde entre la luz y la sombra que solo la poesía puede describir.
Hoy que la espiritualidad es un espacio abandonado por la persona, la poesía
puede convertirse en un “despertador” de este ámbito. Un ámbito inmenso y
esencial para el cultivo pleno de un individuo, pero que por desgracia hemos
abandonado en beneficio de la religión. Siglos de fanatismo han convertido la
religión en una cárcel para la conciencia. La recuperación de la libertad pasa
por el redescubrimiento de la espiritualidad, y la poesía puede ser un excelente
instrumento para cultivarla.
Qué acertado comentario. Coincido enormemente con todas tus apreciaciones aquí descritas.
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