En cierta ocasión le
hicieron una entrevista al filósofo Rafael Argullol en la que daba un consejo
que me llamó la atención. Conocí fugazmente a Rafael Argullol en la Universidad
de Barcelona cuando yo estudiaba y él comenzaba a dar clases. He leído un par
de libros suyos y me parece interesante. Pues bien, volvamos al tema que
suscitaba mi interés en su entrevista; Argullol explicaba cuál era el mejor
consejo que le dieron en su vida. Parece ser que, siendo niño, le angustiaba
pensar que ocurriría si nadando le atrapara un remolino. Consultó entonces a un
viejo pescador amigo de la familia, que le dijo: “déjate succionar por él, al
llegar al fondo, el propio remolino te impulsara hacia afuera”. Este consejo
debió parecerle bien paradójico. ¡Y que difícil de seguir!, pues uno tiende a
dejarse llevar por su instinto y éste parece indicar todo lo contrario. Comparto
con Argullol la convicción de la sabiduría que encierra el astuto consejo del
pescador, al convertirse en una brillante y acertada metáfora de cómo
reaccionar en momentos cruciales de nuestra vida. Aquellos momentos en los que
sentimos que nuestra vida naufraga y pateamos desesperadamente para salir a
flote. En nuestra desesperación, cegados por el pánico, no podemos ni imaginar
que la solución está precisamente en dejarse ir.
En un mundo de locos como el
que nos toca vivir, en el que no nos queda tiempo ni para respirar, es fácil
que las personas no puedan seguir el ritmo trepidante que marca el absurdo
sistema de vida que nos hemos inventado. Así, muchos se hunden en el abismo
incapaces de seguir la marcha. Frustrados, piensan que son incapaces, que han
fracasado. Los demás, enfrascados en su loca carrera, ni siquiera se paran para
mirar atrás y pensar en el sentido de sus vidas. Pero en realidad lo que falla
es este sistema, injusto y perverso, que no está al servicio del propio
individuo – como debiera ser—sino al servicio del correr por correr con un
objetivo ajeno al interés de la persona. Es una creciente espiral perversa y
absurda que no nos lleva a ninguna parte. Por esa razón, es mejor dejarse ir y,
en un gesto supremo de libertad y de lucidez, descubrir que el camino va por
otro lado.
Foto: Miquel Barceló. Ou sont-ils tous mes dessins, II - 1986
thanks
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