Estoy leyendo el libro de
Svetlana Aleksiévich, último Premio Nobel de Literatura. He adquirido la
versión catalana, Temps de segona mà: la
fi de l’home roig, editado por Raig
verd editorial y excelentemente traducido del ruso por Marta Rebón. Tenía
curiosidad por ver qué tenía que decir esta mujer, tímida e introvertida, cuyas
entrevistas había seguido, fugazmente, en los medios. Me impresionó su humildad
y sencillez. Su actitud, --me dije—contrasta con la de muchos escritores, sobre
todo con los que ya están consagrados; esa petulancia y suficiencia de algunos…
Así que pensé que valía la pena sumergirse en su lectura, teniendo en cuenta mi
interés y curiosidad por todo lo que tenga que ver con la Rusia contemporánea.
Me fascina la forma en que acabó el comunismo en la URSS y cómo, de la noche a
la mañana, las cosas cambiaron radicalmente en ese vasto imperio.
No hay asomo de vanidad en
Aleksiévich, pero en cuanto uno lee las primeras páginas de su libro, se da
cuenta del talento, el temperamento y la pasión que late en esta mujer
aparentemente tan apocada. Su obra me merece un gran respeto y lo considero un
lucidísimo retablo de la Rusia contemporánea.
Además, es una novela muy rompedora, por su forma. Los entendidos ya han
señalado que esta obra supone una renovación muy original de este género
literario. La verdad es que un libro muy bueno.
Mis expectativas respecto a esta
autora y su libro Temps de segona mà,
se han visto superadas con creces. El libro es fascinante. Muy interesante. Te
atrapa de una forma que te deja sin aliento, no puedes soltarlo. Las historias
que concurren, tienen una enorme carga emocional. Realmente, esta escritora
hasta ahora desconocida, tiene una habilidad muy considerable para hacerte
vivir todo lo que ha ocurrido en su país. Mejor dicho, para aproximarte a lo
que sienten sus conciudadanos después de lo que ha pasado en su país. Es un
análisis muy lúcido, muy descarnado, pero al mismo tiempo muy humano y
comedido. Se dice que es una novela de voces. Es cierto, yo también lo veo así:
funciona como un retablo de personajes reales, pero que la autora ha
dramatizado utilizando con gran maestría las técnicas del relato de ficción.
Esta descripción tan efectiva de los distintos personajes y su apasionada
manera de relatar sus vidas construye un enorme fresco, diverso y muy rico, de
voces diferentes, antagónicas ideológicamente --aquí está la gracia-- que
componen una acertadísima sinfonía para entender la Rusia moderna.
Ya había leído anteriormente
libros sobre la Rusia del siglo XX, que me dejaron estupefacto, como Relatos de Kolimá de Shalámov o Limónov de Emmanuel Carrère. Pero no
olvido el más grande todos ellos, Vida y
destino de Vasili Grossman, un gigante, a mi entender, de la literatura
moderna europea. Si queréis entender que estaba ocurriendo en Europa durante el
conflicto de 1940-1945, es indispensable que abordéis este libro maravilloso. Algún
día hablaré de él, pues merece ser tratado en exclusiva. De alguna manera,
estos libros ya me alertaron sobre el enorme interés que tiene este
contradictorio y trágico país. La enigmática alma rusa. La fascinación que me
provoca es, a partes iguales, consecuencia de las inauditas tragedias que han
sufrido sus gentes y, al mismo tiempo, la desbordante pasión con la que, a
pesar de todo, siguen apostando por la vida y por un destino mejor. Shalámov
relata como nadie la barbarie y la indignidad de los campos de trabajo
soviéticos. Una voz que llega desde el infierno para explicarnos la inhumanidad.
La senda de deshumanización que representaron los totalitarismos del siglo XX. De
sus reflexiones emerge una conclusión paradójica: hasta tal punto se denigra al
ser humano en estos lugares, que éste acaba convirtiéndose en un monstruo y
deja de ser humano, tal es el nivel de degradación al que es sometido. En
cuando al libro de Emmanuel Carrère sobre Limónov, es otra pequeña joya literaria a no
perderse. Escrito con gran maestría, describe a este individuo descreído y
rebelde nacido a mitad del siglo XX, en pleno comunismo, para hacernos
descubrir su ambigüedad moral e incitar nuestra reflexión sobre el ser
contemporáneo. De nuevo, la enigmática alma rusa. Un rebelde con causa que
personifica todas las contradicciones de un sistema que, aspirando al sueño de
emancipar a la humanidad, acabó pervirtiendo todos sus ideales. En este caso,
la desilusión individual, conduce a Limónov por vericuetos realmente
intrincados e inverosímiles, para devolvernos una imagen novedosa e impactante
de un cierto tipo de disidencia.
Volviendo al magistral libro de Svetlana
Aleksiévich; ¿cómo digerir el sinsentido de que decenas de millones de personas
desaparecieran asesinadas durante los ochenta años que duró el régimen soviético,
o bien trabajaran hasta la extenuación y la muerte, o aún otros muchos sufrieran
penurias terribles, soportaran tormentos indecibles, o murieran literalmente de
hambre? Y todo ello para construir una ilusión, el mejor país del mundo. Sí,
sí, se creyeron este sueño y lucharon por él hasta la muerte… y, todo, ¿para
qué? Para desaparecer en cuestión de días. Toda esta enorme maquinaria, que se
tragó a decenas de millones de víctimas, desapareció de la noche a la mañana. Así,
sin más… el viento de la historia lo ha barrido en un plis plas, el sacrificio
de millones de personas para nada, un sacrificio inútil. Marina Tikhonovna
comenta desesperada: He pasado toda mi
vida construyendo un gran país… Todo fue inútil. Estuvimos sufriendo para nada.
Es muy difícil de encajar, pero la historia de la humanidad es así, absurda y
cruel. El libro de Aleksiévich no es un simple relato de agravios e ignominias;
en él late el corazón cálido de los rusos, sean del signo que sean, rememorando
lo absurdo de sus vidas. Produce una honda impresión ver con que entereza
asumen el dolor, el sinsentido de sus vidas entregadas a una idea que acabó
pervirtiéndose y que fue finalmente abortada. Descubrir que han sido engañados
y que ahora, muchos se ríen de ellos: son las generaciones nacidas después de
la caída del comunismo. Es el paroxismo de la crueldad. Una enorme lección
sobre el infierno que han debido soportar muchos seres humanos. Sobrecogedor. Dice
Aleksiévich: La historia sólo se interesa
por los hechos, pero las emociones se quedan al margen. No se acostumbra a
dejarlas entrar en la historia. Miro el mundo con los ojos de una mujer de
letras y no de una historiadora. Me sorprende el ser humano…”
Relato estremecedor del personaje
Ielena Iúrevna:
Un apartament comunitari qualsevol.
Hi viuen juntes cinc famílies, vint-i-set persones. Una cuina i un vàter en
comú. Dues veïnes tenen habitacions adjacents, es fan amigues: una té una filla
de cinc anys i l’altre viu sola. En els apartaments comunitaris la gent es
vigila, és normal. S’espien les converses. Els qui tenen una habitació de deu
metres quadrats envegen els qui en tenen una de vint-i-cinc. Què s´hi pot fer?
És la vida... I vet aquí que una nit arriba un “corb negre”, un furgó de la
policia. Arresten la mare de la nena petita. Abans que no se l’emportin encara
té temps de cridar a l’amiga: “si no torno, tingues cura de la meva filla. Que
no la fiquin en un orfenat!”. I la veïna se´n fa càrrec. Li assignen una altra
habitació. La nena diu “mare Ània”... Al cap de disset anys la mare biològica
torna. Cobreix de petons les mans i els peus de la seva amiga. En general, els
contes acaben així, però a la vida real les coses van d’una altra manera. Sense
final feliç. En temps de Gorbatxov, quan van obrir els arxius, van demanar a l’exreclusa
si volia consultar-hi el seu expedient. El va obrir: al damunt de tot hi havia
una denúncia. Una lletra familiar... la de la seva veïna... “Era mare Ània” qui
l’havia denunciada... Entén alguna cosa? Jo, no. I aquella dona tampoc no va
entendre res. Va tornar a casa i es va penjar.
Por qué pruebas ha tenido que
pasar la humanidad, ¡dios mío! Algunos relatos hielan la sangre en las venas. Por
esto dice Marina Tikhonovna: Todo lo que
hemos superado no se puede medir con un metro ni pesar en una balanza. Pero yo
estoy aún en el mundo. Vivo.
Pero el relato no se queda en una
crítica al uso de la barbarie del comunismo. Ahí está su grandeza. La obra es
una crítica feroz al capitalismo salvaje que vino después. Los personajes de
Aleksiévich son implacables con los nuevos oligarcas, empezando por Putín. Son
delincuentes que asaltaron el estado soviético y se hicieron con todas sus
riquezas, mientras la gente lo perdía todo de la noche a la mañana, veían como
su dinero se devaluaba y sus ahorros se convertían en nada. Ahora –dice Ielena Iúrevna, uno de sus
personajes—se rinde culto al dinero y al
éxito. Sólo sobreviven los más fuertes, los que tienen bíceps de acero. Pero no
todo el mundo es capaz de avanzar pisando la cabeza de otros, de sacar
provecho. Algunos son incapaces de hacerlo porque no lo llevan en la sangre. Y
otros lo encuentran indigno.
El relato de Ielena Iúrevna es un
apasionado alegato en favor de los tiempos pasados, de la grandeza de los
ideales comunistas y de los gloriosos momentos del imperio soviético, cuando
era un faro para el mundo. Por esto Ielena desconfía de la autora, que ahora la
entrevista; una vez más --piensa-- vienen a reírse de ella y de sus ridículos y
caducos ideales. Por eso le dice a Svetlana: Estoy segura que borrará todo lo que le acabo de decir. Pero
Svetlana Aleksiévich le contesta con el que yo pienso que es el leitmotiv más importante del libro: Le prometo que habrá dos historias. No
quiero ser una historiadora con la sangre caliente, ni una que blande una
antorcha encendida. Que lo juzgue el futuro. El futuro pone las cosas en su
sitio; pero no el futuro próximo, sino el lejano. Un futuro en el que nosotros
ya no estemos. Sin nuestros prejuicios y pasiones.
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