Cada vez somos más
conscientes de que no podemos continuar así. Nuestro sistema de vida es
simplemente inviable. El planeta tiene un tope, no soporta un crecimiento
exponencial. No podemos consumir recursos sin límite. La demografía no puede
crecer infinitamente. Generamos más basura, mayor polución que la que la Tierra
puede razonablemente absorber: es infantil y estúpida nuestra actitud. Es una
insensatez el mirar hacia otro lado, como si no quisiéramos darnos cuenta.
El consumo es una enfermedad
compulsiva. Todos hemos sido inoculados con este virus. Objetos, objetos y más
objetos… No podemos vivir sin ellos. Pero, al mismo tiempo, sentimos una enorme
frustración al constatar que el vehemente impulso con el que los deseamos, no
se corresponde después con la satisfacción que nos causan. Y así, a la compulsión
sinfín por tener un nuevo juguete,
sucede la frustración de constatar que el objeto que tenemos entre manos es insulso.
La satisfacción que nos crea es muy efímera y desaparece tan pronto como la
llama de una cerilla. Decepcionados, volvemos a desear uno nuevo y lo
requerimos con una urgencia despótica. Y así de nuevo, en un ciclo que sólo nos
produce desasosiego y frustración. Esta desazón no nos aporta la felicidad, nos
vacía por dentro y nos convierte en muñecos rotos, en seres desvestidos de una
verdadera esencia.
No hay otro camino que la
recuperación de un nuevo sentido a nuestras vidas. Sólo las cosas profundas,
los sentimientos, las emociones, la amistad, el amor, la vida interior nos
convierten en personas plenas. Con esta plenitud llega la felicidad. Hemos de fomentar
un sistema que busque la integridad de las personas, su calidad humana. Que
ponga énfasis prioritario en los valores, frente a la acumulación de objetos.
La humanidad precisa de un salto adelante. Hasta ahora hemos creído que este
salto adelante estaba relacionado con los avances técnicos. Y no es así. El
verdadero avance, el paso de gigante, se producirá cuando entendamos que el progreso
no está tanto en el ámbito del ingenio, de la ciencia o de la tecnología, sino
en la esfera de la ética.
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