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viernes, 29 de abril de 2016

Sobre la (in)decencia de los políticos


Me sorprendió que, el otro día, Pedro Sánchez se arrepintiera de haber llamado indecente a Mariano Rajoy y le pidiera disculpas. Eso sí que me parece indecente. No por el hecho de disculparse, no. Eso me parece, hasta cierto punto, comprensible. Lo que me parece indecente es que el candidato del PSOE retirara su ofensa al presidente del Gobierno como consecuencia de una decisión mezquina y cobarde. Un acto que dice mucho de la escasa integridad ética de este político, de su poca dignidad como persona. ¿Alguien entiende este giro repentino de su pensamiento? Yo sí: como la jugada le ha salido mal, ahora ya está pensando en gobernar en coalición con el insultado, pues no le queda otra opción. Así de íntegro es el candidato socialista al gobierno del estado.

Yo no le hubiera retirado el calificativo a Rajoy. Las verdades ofenden. ¿De qué otra manera se puede calificar a quién ha gobernado como ha gobernado? ¿Acaso hace falta volver a repetir la lista de agravios con la que el gobierno de Mariano Rajoy ha castigado a los ciudadanos de este país? Yo resumo y destaco dos: su indiferencia por los más débiles, promoviendo políticas que favorecían a los que más tienen, en contra de la mayoría social, en medio de una gravísima crisis, aprovechando su control del estado para saquearlo a favor de las distintas tramas corruptas de las que está formado el PP. Y dos, su indiferencia y desprecio por un los anhelos y las necesidades de millones de ciudadanos catalanes, que no sólo ha ninguneado, sino que ha sometido a un verdadero chantaje y acoso, utilizando con malas artes el centro de control y comando central para doblegar por la fuerza la voluntad de los catalanes obligándolos a tragar. Yo, a eso, le llamo, como mínimo, indecencia.

Pero Pedro Sánchez, con el PSOE detrás, tampoco se queda corto. Este político, en su falsedad, nos intenta convencer que no ha logrado pactar un gobierno por culpa de Podemos y otros partidos de izquierda. Es un falso y miente; todos sabemos que la razón no es ésta. Pedro Sánchez no ha podido formar gobierno porque no está dispuesto a buscar una solución para Cataluña. Así de simple. Y ya lo dije en un post anterior –y lo reitero—, sin el concurso de Cataluña no se puede gobernar el estado español. Así de claro. Pero, además, no olvidemos que la corrupción también afecta a este partido, como afecta, entre otros, a CIU. De repente, nos hemos despertado, hemos abierto los ojos y nos hemos encontrado con el pastel. Mientras cada uno de nosotros trajinaba con sus propios asuntos, que no es poco --pues suficiente tiene cada uno para sobrevivir y tirar para adelante—nos estaban saqueando. Al principio nos parecía que se trataba de un ladronzuelo por aquí, otro por allá. Pero no, ha sido el crimen organizado. ¡Y bien organizado! Las mafias han asaltado el estado y se han ido llevando lo que producíamos, entre todos y para todos, para su casa. Leí hace unos días que el desfalco puede haber supuesto unos 200.000.000.000 euros, ¡dos cientos mil millones de euros! ¡Pero como puede haber pasado esto, bajo nuestras propias narices!


Pues bien, así las cosas, ahora el señor Sánchez, con el PSOE al lado, y el señor Rajoy, con el PP a sus costados, se aprestan a perdonarse agravios y preparar el terreno para, una vez celebradas las elecciones de junio 2016, previendo un resultado enrocado o poco diferente al anterior, quizás favorable para ellos, coaligarse para gobernar. Si esto ocurre será una tomadura de pelo. O, mejor dicho, un escándalo mayúsculo. Yo lo calificaría incluso de golpe de estado. Un golpe de estado contra todos nosotros. Un golpe de estado para que, de nuevo, los delincuentes se encastillen, borren las pruebas de sus indecencias y nos continúen robando. Porque, ¿Acaso van a acabar con la corrupción, o la evasión fiscal, los que se benefician de ella? Por descontado que no.
Me niego a creer que el PP y el PSOE tomarán de nuevo el poder. Me niego a creer que esto va a pasar. Quiero creer que los ciudadanos, en su conjunto, independientemente de nuestras ideas, no lo permitiremos. Nos merecemos algo mejor. No podemos tirar la toalla ahora que el crimen es evidente. No podemos permitir que esa gente siga mandando. Sí, ya sé… hay que mover el culo, da pereza. Preferimos mirar para otro lado, hacer ver que eso no va con nosotros. Inhibirse, la posición fácil. Esconder la cabeza debajo del ala. NO. Esto no funciona así; si no queremos perder definitivamente la libertad y todo lo que tenemos, aunque sea poco, deberemos enfrentar la lucha que representa empezar de nuevo.

viernes, 22 de abril de 2016

Don Quijote y Sancho Panza en Cataluña, tal como lo explica el auténtico y genial Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores



De los periódicos: 
Mariano Rajoy entrega a Carles Puigdemont
 un facsímil de la segunda parte del Quijote

Dedicado a Mariano Rajoy, inefable gobernante de las Españas… ¡en funciones!

La entrada de don Quijote y su escudero en Cataluña fue un poco inquietante. A decir verdad, si al despertar de la primera noche que durmieron en nuestro territorio no hubieran sido tan gallardos y decididos, –¡cómo iba a ser de otra manera, después de todas las cuitas por las que habían pasado! —habrían puesto pies en polvorosa, desandando el camino de vuelta. No habría para menos. La tarde anterior, cuando ya oscurecía, habían entrado en un espeso bosque de encinas y alcornoques. Seguramente coronaron el collado del Bruc, que por aquella época era una zona desangelada y peligrosa. Así que se apearon de sus bestias y se arrimaron al cobijo de un buen árbol para pasar la noche. A la mañana siguiente, al levantarse Sancho, se dio un susto de muerte, pues colgaban extraños racimos de los árboles. Lo tranquilizó, entonces, don Quijote, que no por loco, dejaba de ser un hombre culto y bien informado. Los tenebrosos frutos que colgaban de los árboles, no eran otra cosa que bandoleros ajusticiados en la horca. ¡Espeluznante panorama!

Se sabe que el bandolerismo constituía un problema muy severo en la Cataluña de los siglos XVI y XVII y, efectivamente, la justicia actuaba de forma sumarísima: cuando prendía a los bandidos, los ahorcaba de forma expeditiva e inmediata.

Aún no se habían repuesto del susto nuestros amigos manchegos cuando, con la luz del amanecer, vieron aparecer a otros cuarenta bandidos—esta vez vivos—que se dirigían hacia ellos, charlando animadamente entre ellos en lengua catalana. Era la famosa banda de Perot Roc Guinart, conocida y temida en toda la península—y más allá—por sus tremendos estragos. Estaban ya los forajidos puestos en faena, limpiando los bolsillos de Sancho Panza, cuando apareció el jefe, el mismísimo Perot Roc Guinart. Pero mira por dónde que, a Perot, pareció caerle en gracia don Quijote, al que vio apoyado en un árbol con la más triste y melancólica figura que pudiera formar la misma tristeza. Ordenó el bandolero a sus hombres devolver los peculios al escudero bonachón. Guinart era un bandolero justiciero, amigo y protector de los desheredados y ve en don Quijote a un pobre desvalido que, además, está como una cabra. En su compasión, decide protegerlo. Siente simpatía por él. Y así se entabla una sincera amistad.

¿Quién iba a decirnos, pues, que la entrada en Cataluña de nuestros famosos héroes sería de la mano de los antisistema de la época, de los revolucionarios de entonces que luchaban contra el poder establecido, pues no otra cosa eran estos bandoleros que menudeaban en los pasos estratégicos de Cataluña y Andalucía? Así la cosa, Perot Roc Guinart, entrega una carta de recomendación al caballero andante don Quijote de la Mancha, para que se presente con estas credenciales a un amigo suyo en Barcelona. Lo esperará, en una fecha concertada, en la playa de la ciudad. Hay un punto de malignidad en esta misiva de Perot a sus íntimos de Barcelona, pues ya se le escapa la risa de la rechifla que puede organizarse en la ciudad condal a la vista de tan curiosos personajes.

Don Quijote y su inseparable Sancho llegarán a la playa de Barcelona nada menos que la noche de san Juan. ¿saben lo que les espera? La noche de san Juan en Barcelona no es moco de pavo. La playa estaba espléndidamente vestida para las fiestas. Los vecinos de la ciudad paseaban por ella sobre sus monturas, ricamente ataviados. Sonaban fanfarrias, trompetas y clarines. Flameaban estandartes y gallardetes de las numerosas naves y galeones que estaban fondeadas. Y disparaban éstas sus cañones en son festivo, recibiendo cumplida respuesta de la artillería de Montjuic. La sorpresa de Sancho al ver el mar por primera vez fue mayúscula; él, ¡que sólo había visto la laguna de Ruidera! Y no menos asombro la de los barceloneses al ver a estos castellanos vestidos de esa guisa, con esas armas ya en desuso y sendas andrajosas cabalgaduras. El cachondeo fue monumental. El amigo barcelonés de Roc Guinart y sus secuaces reciben al hidalgo con estas palabras de pitorreo: Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella y el norte de toda la caballería andante, donde más largamente se contiene, bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha. A continuación, todos ellos rodean a los héroes manchegos, montados en sus monturas, y los acompañan hacia la ciudad. Así encerrados en medio de la cuadrilla de maleantes, al son de las chirimías y los atabales, se encaminaron con él a la ciudad: al entrar de la cual, el malo que todo lo malo ordena –el diablo--, y los muchachos que son más malos que el malo, dos dellos traviesos y atrevidos se entraron por toda la gente y, alzando uno la cola del rucio y el otro la de Rocinante, les pusieron y encajaron sendos manojos de aliagas –plantas muy espinosas de bellas flores amarillas, pero que pinchan como un demonio--. Sintieron los pobres animales las nuevas espuelas y, apretando las colas, aumentaron su disgusto de manera que, dando mil corcovos, dieron con sus dueños en tierra. Don Quijote, corrido y afrentado, acudió a quitar el plumaje de la cola de su matalote, y Sancho, el de su rucio. Quisieran los que guiaban a don Quijote castigar el atrevimiento de los muchachos, y no fue posible, porque se encerraron entre más de otros mil que los seguían.

Sabedor de la inmensa fama de editores e impresores de Barcelona, tenía el hidalgo castellano la intención de visitar la reputada imprenta de Sebastià de Comellas. Para su sorpresa, descubrió que se estaban corrigiendo las galeradas de un libro falsario titulado Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de un tal Alonso Fernández de Avellaneda. ¡Qué vergüenza!¡impostores!¡plagiarios!¡Indeseables! don Quijote sale decepcionado de la imprenta dejándolos por tontos; ¡qué saben ellos de esta historia y de su valiente caballero! La verdadera, ¡claro!, relatada por el mismísimo Cide Hamete Benengeli, su autor auténtico, reputado y genial.

Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Edición del Instituto Cervantes y Crítica, dirigida por Francisco Rico. Barcelona, 1998.


Foto: Jan Conerlisz Vermeyen (1572), basado en una imagen anterior del 1535, hoy desaparecida


miércoles, 13 de abril de 2016

Yo sostengo...

Sostengo que, en España, es muy difícil formar un gobierno si no se tiene en cuenta a Cataluña. Ya no digamos, si se está en contra de sus intereses: entonces, es imposible.

Sí, sí… ya sé que me dirás que esto ya lo sabemos. Si no recuerdo mal, fue Cambó, en los tiempos de la Mancomunitat, quien lo expresó públicamente por primera vez. Los historiadores lo saben y se podrían aportar numerosos ejemplos a esta evidencia.

Sin embargo, acabamos de cerrar un periodo político en el que ha sido imposible formar un gobierno en España, investir a un presidente. No se había dado nunca este caso desde que se instauró la democracia. Qué curioso… el problema principal por el que no se forma un gobierno, la cuestión catalana, ni siquiera se abordado abiertamente por los políticos que, durante estos meses de impass, han intentado encontrar la fórmula para gobernar. La cuestión catalana se ha convertido en un tabú.

Pero yo sostengo que, mientras se mire para otro lado y se haga ver que el problema no existe, no habrá gobierno en España. Así de simple.

Mariano Rajoy ha seguido en su jaula escondiendo la cabeza debajo del ala. Pedro Sánchez se lleva las manos a la cabeza, desesperado al ver cómo Podemos le niega apoyo. Pero, ¿qué clase de líder es este que no se ha enterado que sin plantear una solución para Cataluña no se va a ninguna parte? Así le ha ido…

Ya lo ves, tenemos políticos que no se enteran… o no se quieren enterar. Es muy sencillo: no se puede gobernar contra dos millones de catalanes que, hartos, quieren irse. Y contra otros muchos catalanes que, sin querer irse, porque aún no han agotado su paciencia, esperan una solución a sus problemas y al reconocimiento de sus derechos.

¡Sigan sigan…! ¡A ver si consiguen formar gobierno!