domingo, 24 de julio de 2016

Europa, Europa…


¡¿Pero cómo pueden irse por el sumidero los sueños de millones de europeos?! ¿Alguien lo entiende?, pero, ¿qué ha pasado?
Vayamos por partes: ¿existe acaso un sueño llamado Europa? ¿o es una excusa convenientemente utilizada por los padres de la patria europea con la intención de montar un suculento tinglado? ¿qué oscuros intereses se esconden detrás de frustrada construcción de Europa? ¿de verdad los europeos hemos soñado alguna vez con ver a Europa unificada y sentirlo como un proyecto común ilusionante?
No lo sé, no lo tengo muy claro. Pienso, más bien, que nos han embaucado. Nos han azuzado con una nueva utopía: una Europa unificada que acabaría con las guerras entre nosotros, con los odios ancestrales. Pero al final todo ha sido un puro engaño, un espejismo. Una cuartada para organizar una “buena jugada” que permitiera a las grandes multinacionales y al poderoso sistema financiero satisfacer su insaciable necesidad de mercado, de más y mayores ventas. El objetivo era un incremento inacabable de dividendos, para que la rueda no se pare, pues el capitalismo no es más que una insaciable y enfermiza espiral que sólo puede sobrevivir a base de crecer continuamente. Sí, eso ha sido. No hay más. Puro interés. Un gran festín. Una enorme comilona, hasta que la bestia ha reventado.
Una vez más, las gentes engañadas… Promesas incumplidas. Nos han echado las migajas del pastel. Pero ahora ya sólo queda el reparto de la miseria. Muchos de nosotros hemos dejado tras de sí sueños y esfuerzos ingentes, para quedar en nada al final. Dejadme recordar cuando aparecieron los primeros síntomas del desencanto… sí, fue con la guerra de los Balcanes ¿recordáis? Una vez más los europeos se destripaban entre sí. Un auténtico genocidio. Y nadie, absolutamente nadie movió un dedo. Asistimos impasibles al horror, impotentes. Todos mirábamos hacia las jóvenes instituciones europeas y nada. No hubo manera de concertar una maniobra conjunta. Los días, las semanas y los meses pasaron. Serbios y bosnios volvieron a escenificar la macabra historia europea, una vez más. Sólo cincuenta años después de la peor de las barbaries que la humanidad haya producido. Aún a día de hoy vemos impasibles como se cuece un golpe de estado en Turquía, cerquísima de casa, que puede tener unas consecuencias gravísimas para nuestra seguridad y bienestar, y no decimos ni pío. Un incendio a las puertas de casa y la UE no existe, no actúa, no dice nada. ¿Alguien lo entiende? No aprendemos. Somos incorregibles.
Pero, ¿todo ha sido malo? No, claro. Ahí están los fondos europeos que tanto han ayudado a desarrollar ciertas regiones, menos favorecidas. Pero no puedo dejar de pensar que, en el fondo, las cuentas no salen. Millones de europeos se encuentran hoy sumidos en una gran depresión, estupefactos al constatar que sus vidas están estancadas, que no se ha producido el esperado progreso.
Ha llegado la hora de la desbandada. Los primeros, claro, los ingleses. El Brexit, una bravuconada de niños de papá que atizan los bajos instintos de las clases bajas británicas. Inglaterra es el único país de Europa donde las clases altas miran con desprecio y desdén a las clases bajas. Incluso hablan otro idioma. La soberbia y la mirada por encima del hombro de los “chicos de Eaton”. Se creen que aún están en pleno Imperio británico. Estos ingleses viven en un globo. Los alimenta un quijotismo casi cómico. Definitivamente se creen superiores. Su salida de la Unión es una machada, un acto de sublime desprecio y autosuficiencia. O peor aún, un acto de mezquino egoísmo. Así vamos. Seguimos en las de siempre. Las naciones europeas, en el fondo, no se respetan entre sí. Se miran una a la otra con una mezcla de recelo, autosuficiencia y desprecio. Los ingleses sienten superioridad sobre todos los demás. Los franceses, chovinistas ellos, creen que sus valores son los mejores. Y miran por encima del hombro a sus vecinos mediterráneos españoles o italianos, quizás porque se parecen demasiado y les hace sentir incómodos. ¡Prejuicios y más prejuicios! Y no digamos de los españoles, que consideran de tercera a sus vecinos portugueses. Así vamos…
Hemos de cambiar. ¡Y mucho! Nos han tomado el pelo, claro. Pero la verdad es que existían pocas opciones adicionales para hacer de Europa algo más que un mercado. No nos engañemos, nos guste o no, no tenemos otra opción que la Unión Europea. Es lo que nos conviene. Pero hay que empezar de nuevo y rehacer el proyecto sobre otras bases. La guía para ello son los derechos humanos, los valores de ciudadanía. Para ello, hemos de establecer las condiciones de confianza entre nosotros. Crear instituciones realmente democráticas, y no como ahora. Hay que construir una Europa de ciudadanos europeos, solidarios e iguales. Y no como ahora, que hemos creado las condiciones para que una nación, Alemania, la más poderosa, con ambiciones hegemónicas, se arrogue el control del continente, ganando así la guerra que perdió con las armas y que ahora ha sabido ganar legalmente con astucia, pero, lamentablemente, sin legitimidad. 


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