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domingo, 13 de marzo de 2016

Europa y sus desperdicios

Ahora que asistimos estupefactos a la actuación de nuestros estados europeos frente a la tragedia de los migrantes, recupero unos pasajes de Zygmunt Bauman en su libro Tiempos líquidos. Estoy muy impresionado. Llama la atención que un venerable anciano como Bauman, con este aspecto tan bondadoso, pueda ser tan incisivo en su análisis del mundo actual. Me impresiona especialmente su análisis de los “desperdicios humanos”. Se refiera a todos aquellos individuos, que son millones en el mundo actual, y que, habiendo sido desposeídos de todo, han sido literalmente excluidos de la humanidad. Abandonados en campos de refugiados o vagando por las urbes contemporáneas, nadie quiere saber de ellos y tienen escasas posibilidades, por no decir imposibles, de volverse a integrar en la sociedad. Simplemente sobran: son un desperdicio, basura humana. Y Bauman utiliza estos términos para ser más incisivo, para despertar nuestra adormecida conciencia; pero en el fondo estos significantes encajan perfectamente con el significado. Terrible.

Los estados modernos, surgidos en el siglo XVIII, se han debilitado. Ya no son capaces de proteger a los individuos. El “estado del bienestar”, su conquista más sobresaliente, desaparece a marchas forzadas. Los ciudadanos, convertidos cada vez más en individuos y menos en ciudadanos, asisten impotentes a este progresivo e imparable desmantelamiento. Aparece el miedo y la inseguridad. El estado, ahora secuestrado por el poder, ya no sirve a los intereses de los ciudadanos. Impotente y corrompido, se ha convertido en la correa de transmisión del verdadero poder en la tierra; una fuerza global, invisible, pero que se deja sentir con su inmensa i ubicua potencia. Los individuos, desamparados, temerosos, desprotegidos, asustados por la incertidumbre del futuro, buscan un nuevo refugio seguro. Un lugar desde el que rehacer la comunidad.