Mostrando entradas con la etiqueta Vasili Grossman. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vasili Grossman. Mostrar todas las entradas

martes, 12 de abril de 2016

Me sorprende el ser humano...



Estoy leyendo el libro de Svetlana Aleksiévich, último Premio Nobel de Literatura. He adquirido la versión catalana, Temps de segona mà: la fi de l’home roig, editado por Raig verd editorial y excelentemente traducido del ruso por Marta Rebón. Tenía curiosidad por ver qué tenía que decir esta mujer, tímida e introvertida, cuyas entrevistas había seguido, fugazmente, en los medios. Me impresionó su humildad y sencillez. Su actitud, --me dije—contrasta con la de muchos escritores, sobre todo con los que ya están consagrados; esa petulancia y suficiencia de algunos… Así que pensé que valía la pena sumergirse en su lectura, teniendo en cuenta mi interés y curiosidad por todo lo que tenga que ver con la Rusia contemporánea. Me fascina la forma en que acabó el comunismo en la URSS y cómo, de la noche a la mañana, las cosas cambiaron radicalmente en ese vasto imperio.

No hay asomo de vanidad en Aleksiévich, pero en cuanto uno lee las primeras páginas de su libro, se da cuenta del talento, el temperamento y la pasión que late en esta mujer aparentemente tan apocada. Su obra me merece un gran respeto y lo considero un lucidísimo retablo de la Rusia contemporánea.  Además, es una novela muy rompedora, por su forma. Los entendidos ya han señalado que esta obra supone una renovación muy original de este género literario. La verdad es que un libro muy bueno.

Mis expectativas respecto a esta autora y su libro Temps de segona mà, se han visto superadas con creces. El libro es fascinante. Muy interesante. Te atrapa de una forma que te deja sin aliento, no puedes soltarlo. Las historias que concurren, tienen una enorme carga emocional. Realmente, esta escritora hasta ahora desconocida, tiene una habilidad muy considerable para hacerte vivir todo lo que ha ocurrido en su país. Mejor dicho, para aproximarte a lo que sienten sus conciudadanos después de lo que ha pasado en su país. Es un análisis muy lúcido, muy descarnado, pero al mismo tiempo muy humano y comedido. Se dice que es una novela de voces. Es cierto, yo también lo veo así: funciona como un retablo de personajes reales, pero que la autora ha dramatizado utilizando con gran maestría las técnicas del relato de ficción. Esta descripción tan efectiva de los distintos personajes y su apasionada manera de relatar sus vidas construye un enorme fresco, diverso y muy rico, de voces diferentes, antagónicas ideológicamente --aquí está la gracia-- que componen una acertadísima sinfonía para entender la Rusia moderna.

Ya había leído anteriormente libros sobre la Rusia del siglo XX, que me dejaron estupefacto, como Relatos de Kolimá de Shalámov o Limónov de Emmanuel Carrère. Pero no olvido el más grande todos ellos, Vida y destino de Vasili Grossman, un gigante, a mi entender, de la literatura moderna europea. Si queréis entender que estaba ocurriendo en Europa durante el conflicto de 1940-1945, es indispensable que abordéis este libro maravilloso. Algún día hablaré de él, pues merece ser tratado en exclusiva. De alguna manera, estos libros ya me alertaron sobre el enorme interés que tiene este contradictorio y trágico país. La enigmática alma rusa. La fascinación que me provoca es, a partes iguales, consecuencia de las inauditas tragedias que han sufrido sus gentes y, al mismo tiempo, la desbordante pasión con la que, a pesar de todo, siguen apostando por la vida y por un destino mejor. Shalámov relata como nadie la barbarie y la indignidad de los campos de trabajo soviéticos. Una voz que llega desde el infierno para explicarnos la inhumanidad. La senda de deshumanización que representaron los totalitarismos del siglo XX. De sus reflexiones emerge una conclusión paradójica: hasta tal punto se denigra al ser humano en estos lugares, que éste acaba convirtiéndose en un monstruo y deja de ser humano, tal es el nivel de degradación al que es sometido. En cuando al libro de Emmanuel Carrère sobre Limónov, es otra pequeña joya literaria a no perderse. Escrito con gran maestría, describe a este individuo descreído y rebelde nacido a mitad del siglo XX, en pleno comunismo, para hacernos descubrir su ambigüedad moral e incitar nuestra reflexión sobre el ser contemporáneo. De nuevo, la enigmática alma rusa. Un rebelde con causa que personifica todas las contradicciones de un sistema que, aspirando al sueño de emancipar a la humanidad, acabó pervirtiendo todos sus ideales. En este caso, la desilusión individual, conduce a Limónov por vericuetos realmente intrincados e inverosímiles, para devolvernos una imagen novedosa e impactante de un cierto tipo de disidencia.

Volviendo al magistral libro de Svetlana Aleksiévich; ¿cómo digerir el sinsentido de que decenas de millones de personas desaparecieran asesinadas durante los ochenta años que duró el régimen soviético, o bien trabajaran hasta la extenuación y la muerte, o aún otros muchos sufrieran penurias terribles, soportaran tormentos indecibles, o murieran literalmente de hambre? Y todo ello para construir una ilusión, el mejor país del mundo. Sí, sí, se creyeron este sueño y lucharon por él hasta la muerte… y, todo, ¿para qué? Para desaparecer en cuestión de días. Toda esta enorme maquinaria, que se tragó a decenas de millones de víctimas, desapareció de la noche a la mañana. Así, sin más… el viento de la historia lo ha barrido en un plis plas, el sacrificio de millones de personas para nada, un sacrificio inútil. Marina Tikhonovna comenta desesperada: He pasado toda mi vida construyendo un gran país… Todo fue inútil. Estuvimos sufriendo para nada. Es muy difícil de encajar, pero la historia de la humanidad es así, absurda y cruel. El libro de Aleksiévich no es un simple relato de agravios e ignominias; en él late el corazón cálido de los rusos, sean del signo que sean, rememorando lo absurdo de sus vidas. Produce una honda impresión ver con que entereza asumen el dolor, el sinsentido de sus vidas entregadas a una idea que acabó pervirtiéndose y que fue finalmente abortada. Descubrir que han sido engañados y que ahora, muchos se ríen de ellos: son las generaciones nacidas después de la caída del comunismo. Es el paroxismo de la crueldad. Una enorme lección sobre el infierno que han debido soportar muchos seres humanos. Sobrecogedor. Dice Aleksiévich: La historia sólo se interesa por los hechos, pero las emociones se quedan al margen. No se acostumbra a dejarlas entrar en la historia. Miro el mundo con los ojos de una mujer de letras y no de una historiadora. Me sorprende el ser humano…

Relato estremecedor del personaje Ielena Iúrevna:
Un apartament comunitari qualsevol. Hi viuen juntes cinc famílies, vint-i-set persones. Una cuina i un vàter en comú. Dues veïnes tenen habitacions adjacents, es fan amigues: una té una filla de cinc anys i l’altre viu sola. En els apartaments comunitaris la gent es vigila, és normal. S’espien les converses. Els qui tenen una habitació de deu metres quadrats envegen els qui en tenen una de vint-i-cinc. Què s´hi pot fer? És la vida... I vet aquí que una nit arriba un “corb negre”, un furgó de la policia. Arresten la mare de la nena petita. Abans que no se l’emportin encara té temps de cridar a l’amiga: “si no torno, tingues cura de la meva filla. Que no la fiquin en un orfenat!”. I la veïna se´n fa càrrec. Li assignen una altra habitació. La nena diu “mare Ània”... Al cap de disset anys la mare biològica torna. Cobreix de petons les mans i els peus de la seva amiga. En general, els contes acaben així, però a la vida real les coses van d’una altra manera. Sense final feliç. En temps de Gorbatxov, quan van obrir els arxius, van demanar a l’exreclusa si volia consultar-hi el seu expedient. El va obrir: al damunt de tot hi havia una denúncia. Una lletra familiar... la de la seva veïna... “Era mare Ània” qui l’havia denunciada... Entén alguna cosa? Jo, no. I aquella dona tampoc no va entendre res. Va tornar a casa i es va penjar.

Por qué pruebas ha tenido que pasar la humanidad, ¡dios mío! Algunos relatos hielan la sangre en las venas. Por esto dice Marina Tikhonovna: Todo lo que hemos superado no se puede medir con un metro ni pesar en una balanza. Pero yo estoy aún en el mundo. Vivo.

Pero el relato no se queda en una crítica al uso de la barbarie del comunismo. Ahí está su grandeza. La obra es una crítica feroz al capitalismo salvaje que vino después. Los personajes de Aleksiévich son implacables con los nuevos oligarcas, empezando por Putín. Son delincuentes que asaltaron el estado soviético y se hicieron con todas sus riquezas, mientras la gente lo perdía todo de la noche a la mañana, veían como su dinero se devaluaba y sus ahorros se convertían en nada. Ahora –dice Ielena Iúrevna, uno de sus personajes—se rinde culto al dinero y al éxito. Sólo sobreviven los más fuertes, los que tienen bíceps de acero. Pero no todo el mundo es capaz de avanzar pisando la cabeza de otros, de sacar provecho. Algunos son incapaces de hacerlo porque no lo llevan en la sangre. Y otros lo encuentran indigno.

El relato de Ielena Iúrevna es un apasionado alegato en favor de los tiempos pasados, de la grandeza de los ideales comunistas y de los gloriosos momentos del imperio soviético, cuando era un faro para el mundo. Por esto Ielena desconfía de la autora, que ahora la entrevista; una vez más --piensa-- vienen a reírse de ella y de sus ridículos y caducos ideales. Por eso le dice a Svetlana: Estoy segura que borrará todo lo que le acabo de decir. Pero Svetlana Aleksiévich le contesta con el que yo pienso que es el leitmotiv más importante del libro: Le prometo que habrá dos historias. No quiero ser una historiadora con la sangre caliente, ni una que blande una antorcha encendida. Que lo juzgue el futuro. El futuro pone las cosas en su sitio; pero no el futuro próximo, sino el lejano. Un futuro en el que nosotros ya no estemos. Sin nuestros prejuicios y pasiones.