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miércoles, 20 de abril de 2016

¿Se te traga un remolino?


En cierta ocasión le hicieron una entrevista al filósofo Rafael Argullol en la que daba un consejo que me llamó la atención. Conocí fugazmente a Rafael Argullol en la Universidad de Barcelona cuando yo estudiaba y él comenzaba a dar clases. He leído un par de libros suyos y me parece interesante. Pues bien, volvamos al tema que suscitaba mi interés en su entrevista; Argullol explicaba cuál era el mejor consejo que le dieron en su vida. Parece ser que, siendo niño, le angustiaba pensar que ocurriría si nadando le atrapara un remolino. Consultó entonces a un viejo pescador amigo de la familia, que le dijo: “déjate succionar por él, al llegar al fondo, el propio remolino te impulsara hacia afuera”. Este consejo debió parecerle bien paradójico. ¡Y que difícil de seguir!, pues uno tiende a dejarse llevar por su instinto y éste parece indicar todo lo contrario. Comparto con Argullol la convicción de la sabiduría que encierra el astuto consejo del pescador, al convertirse en una brillante y acertada metáfora de cómo reaccionar en momentos cruciales de nuestra vida. Aquellos momentos en los que sentimos que nuestra vida naufraga y pateamos desesperadamente para salir a flote. En nuestra desesperación, cegados por el pánico, no podemos ni imaginar que la solución está precisamente en dejarse ir.

En un mundo de locos como el que nos toca vivir, en el que no nos queda tiempo ni para respirar, es fácil que las personas no puedan seguir el ritmo trepidante que marca el absurdo sistema de vida que nos hemos inventado. Así, muchos se hunden en el abismo incapaces de seguir la marcha. Frustrados, piensan que son incapaces, que han fracasado. Los demás, enfrascados en su loca carrera, ni siquiera se paran para mirar atrás y pensar en el sentido de sus vidas. Pero en realidad lo que falla es este sistema, injusto y perverso, que no está al servicio del propio individuo – como debiera ser—sino al servicio del correr por correr con un objetivo ajeno al interés de la persona. Es una creciente espiral perversa y absurda que no nos lleva a ninguna parte. Por esa razón, es mejor dejarse ir y, en un gesto supremo de libertad y de lucidez, descubrir que el camino va por otro lado. 

Foto: Miquel Barceló. Ou sont-ils tous mes dessins, II - 1986