viernes, 6 de julio de 2018

Rehenes


La furia desató sobre ellos
su frío vendaval
de odio y resentimiento.

La frágil concordia
estalló en mil pedazos:
ya eran ellos y los otros.

Y después del rompimiento
un estupor vestido de helado silencio
invadió la paz rota del ágora.

*

Así cundió la fetidez de la venganza.
Un tufo tan palpable como invisible
envenenó todos los rincones.

La cólera liquidaba frágiles convicciones.
Volátiles eran los pactos.
Y jueces torticeros tomaron parte.

¡Ay de aquellos que fundan su ser
en la negación del otro!

*

Fue entonces cuando a ellos
les negaron la libertad.
Y podían, porque tenían más fuerza.

Y los otros los mantenían presos
porque necesitaban rehenes.
Tenían miedo…

Sí… el miedo pudo sobre las leyes.
Pensaban que así, evitarían lo peor:
¡No podían vivir sin ellos!

¡Que perverso sentido de posesión
el que atenaza al otro para ser!
Hay un miedo atávico a perderlo.

No sabe este atavismo de sutiles seducciones:
solamente conoce la imposición cerril.
¡Que peligrosa es la torpeza! ¡Y la arrogancia!

*

Supieron entonces los presos
que de nuevo habían despertado a la bestia.
Recordaron que sus aspiraciones no valían.

¡Ay de aquellos que fundan su ser
en la negación del otro!

No sabían que eran rehenes todos:
rehenes del miedo, ellos;
presos de un equívoco deseo, los otros.


Barcelona, julio de 2018



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