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miércoles, 18 de mayo de 2016

La ayuda, perversa maldad


Me causa una gran impresión el dibujo a lápiz La ayuda que Francisco de Goya, que forma parte del álbum H de Burdeos y que pude contemplar, hace unos años, en la soberbia exposición Goya; luces y sombras. Es un dibujo realizado hacia 1825 en lápiz negro. Representa a un pobre anciano, desvalido, atormentado por el insoportable dolor de un ataque de cólicos, al que están a punto de sentar en la taza del inodoro después de aplicarle una lavativa. Sus ayudantes presentan una actitud de lo más sorprendente. Son tres mujeres, la primera de las cuales parece ayudar piadosamente al anciano, mientras que las otras dos se burlan socarronamente, con una actitud de perversa satisfacción por la desgracia ajena. Produce un verdadero escalofrío comprobar cómo se deleitan unos de la desgracia e infortunio de los otros. La dureza y vileza de la escena es una ofensa a la sensibilidad del espectador. Pero constato que lo que me conmueve es la enorme verdad que este sencillo dibujo relata: la perversa maldad de la raza humana, su impiedad. El disfrute del sufrimiento ajeno, en este caso magnificado por la humillación que sufre, impotente, el pobre anciano. Fijaos en la anciana, armada con la imponente lavativa y su cara de satisfacción después de aplicarle el tormento. Y qué decir de la mujer más joven, que aparece a través de las piernas del enfermo, con su malévola risita. Una verdad plasmada por Goya que convierte a este rápido esbozo en un testimonio implacable, que conmueve con una potencia y ferocidad que sólo pocos artistas pueden conseguir.

Esta representación de la fragilidad del ser humano en ciertos momentos de su vida, se convierte en una metáfora del desvalimiento. El hombre mostrado en una situación indigna, expuesto al ridículo y sufriente, en lugar de concitar la compasión de sus congéneres, suscita la burla y el placer malsano de regodearse en el sufrimiento ajeno. La enorme fuerza de este dibujo reside en su perversidad, en su poder de provocación, en la indeseable depravación moral que muestra. En el fondo nos conmueve, porque reconocemos su implacable verdad. Es el lado oscuro del hombre, el que aquí nos muestra Goya en toda su crudeza… pero quien se atrevería a decir que ésta no es una parte sustancial de nuestra condición humana.