sábado, 10 de junio de 2017

Mi homenaje a las víctimas de la barbarie

Mi homenaje a las víctimas de la barbarie, sean del signo que sean, pues la violencia es una inmensa corriente que todo lo invade, desde siempre. No importa que venga desde arriba, provocada por los grandes imperios, para imponer sus perentorios intereses o desde abajo, por las muchedumbres oprimidas, en su implacable venganza por los oprobios recibidos. La violencia es un fenómeno consustancial a la especie humana. Tiene un comportamiento curioso, que podría explicarse con las leyes de la física: se comporta como la energía. Le convienen los conceptos de energía potencial y cinética. La violencia obra como un movimiento inercial: una vez provocada, tiene una prolongada inercia, que se ceba principalmente en los inocentes. Este hecho provoca un maremoto de rabia y rencor, que aviva de nuevo el movimiento. Y así desde la noche de los tiempos. Es el estigma de nuestra especie.

¡Qué saben ellos!

Asuela la Tierra una tormenta
de sangre y fuego que la furia desata.
Calcina el rayo ciego de la rabia
el verde brote de colorida vida
y el odio desparrama sus despojos.

Decidme en el alma: ¿de dónde vienen
estos funestos nubarrones? ¿dónde?
¿qué originó estos aciagos torbellinos?
¿qué mal auguran sendos truenos en la
triste y desolada lontananza?

Son tenebrosos nubarrones que no
auguran nada bueno; vendaval del mal
que turbias legiones antes sembraron.
Viene de la noche de los tiempos
un maremoto que todo lo arrasa.

¡Ay, ay… sembradores del mal!¡Malditos!
¡Qué saben ellos!, son seres débiles
que se llevan el mundo por delante,
egoístas sembradores del odio
¡Qué saben ellos, del daño que han hecho!

Son hienas de mirada encendida,
bestias de piel hirsuta y mal aliento,
que despojan a su ilusa víctima,
desaprensivos, egoístas, malvados,
son el azote de la humanidad.

¡Qué saben ellos del mal que han sembrado!
Tientan una implacable venganza,
desatarán la tormenta de un dolor
mal contenido, eco de odio vivo
que golpeará secamente, de nuevo.

Es el triste vaivén del odio y del mal
que pagarán, ¡ay! otros miserables,
almas mortificadas por la inercia
de una violencia que nunca cesa
¡Qué saben ellos, del daño que han hecho!

¡Qué saben ellos de humillaciones,
de la impotencia del débil, del dolor,
sufrimiento mantenido en silencio,
de la frustración de tantas vidas rotas!
¡Que saben ellos, son almas corruptas!

No saben ellos que así alimentan
el lacerante rencor de los seres.
Se alzan ofendidos y silenciosos,
su dignidad mortalmente herida.
¡Son miles, no que digo, son millones!

¡Qué saben ellos, de los que ya traman
al acecho de una oportunidad!
Un sórdido murmullo se levanta,
se rebelan las víctimas de la Tierra,
ya no toleran tanta injusticia.

¡Qué saben ellos de madres que lloran
sin consuelo a sus hijos muertos!
Así crece el negro resentimiento,
virulento como el ojo de un huracán
violento giro que el odio alimenta.

Y así, ciclo perverso que no cesa,
se duele una trágica humanidad
en la que sólo la ira fermenta.
¡Qué saben del mal que todo lo arrasa!
pues se llevan el mundo por delante.

Barcelona, junio de 2017


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