El héroe, que Entonces
no sabía que lo era, penetró en las entrañas de la casa incendiada a través
de las llamas, que ahora ya ardía con furia. una mujer despavorida, le miraba con ojos desorbitados por el terror.
Era la madre de una niña atrapada. Él
siempre se tuvo por un cobarde. No lo pensó dos veces. En el centro
mismo de ese infierno, Podía oírse
claramente el llanto desgarrador de una niña. Era un ser vulnerable y frágil. Atrapada
en ese infierno de humo y fuego,
se desgañitaba desesperadamente. Nada
son la ignominia y el dolor comparados con el espanto de esta escena. El individuo, hasta ahora un hombre
corriente, penetró en el abismo de fuego. Una aberración, un despropósito. Una decisión insensata, contraria al sentido común, que atentaba contra los más sagrados
principios, contra la propia vida. Un acto temerario que podría calificarse de absurdo, pues
entraba, a través del torbellino de fuego, en una muerte segura. Pero ese hombre discreto, incluso gris, que hasta ahora había pasado desapercibido entre los miembros de su
comunidad, no lo dudó ni un instante y se lanzó a una muerte casi infalible, llevado
por un impulso que ni él mismo era capaz de explicarse más tarde, una vez
de vuelta –como si hubiera acaecido un milagro--, de esa pira devoradora. Un individuo
que hasta ahora jamás Había violado norma
alguna, ni había destacado, según comentó una
mujer, que luego resultó ser su esposa, por ningún acto especial que
pusiera de relieve su personalidad o una calidad humana destacada. Volvía,
milagrosamente, con la niña en sus brazos. Ambos indemnes. Había salvado su
vida, Con un acto tan estúpido como
heroico. en pocos minutos, había hecho
trizas el concepto que tenían de él los que le habían conocido. Ni él mismo se lo explicaba, pero lo hizo. La
mujer que hasta hace poco era una madre aterrorizada por la idea de ver arder viva a su propia hija, si no
hubiera sido por ese acto inexplicable
de suprema generosidad, sería ahora un
despojo humano, una vida rota.
Paco Marfull
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