¡¿Pero cómo
pueden irse por el sumidero los sueños de millones de europeos?! ¿Alguien lo
entiende?, pero, ¿qué ha pasado?
Vayamos por
partes: ¿existe acaso un sueño llamado Europa? ¿o es una excusa convenientemente
utilizada por los padres de la patria
europea con la intención de montar un suculento tinglado? ¿qué oscuros
intereses se esconden detrás de frustrada construcción de Europa? ¿de verdad
los europeos hemos soñado alguna vez con ver a Europa unificada y sentirlo como
un proyecto común ilusionante?
No lo sé, no lo
tengo muy claro. Pienso, más bien, que nos han embaucado. Nos han azuzado con una
nueva utopía: una Europa unificada que acabaría con las guerras entre nosotros,
con los odios ancestrales. Pero al final todo ha sido un puro engaño, un
espejismo. Una cuartada para organizar una “buena jugada” que permitiera a las
grandes multinacionales y al poderoso sistema financiero satisfacer su
insaciable necesidad de mercado, de más y mayores ventas. El objetivo era un
incremento inacabable de dividendos, para que la rueda no se pare, pues el
capitalismo no es más que una insaciable y enfermiza espiral que sólo puede
sobrevivir a base de crecer continuamente. Sí, eso ha sido. No hay más. Puro
interés. Un gran festín. Una enorme comilona, hasta que la bestia ha reventado.
Una vez más,
las gentes engañadas… Promesas incumplidas. Nos han echado las migajas del
pastel. Pero ahora ya sólo queda el reparto de la miseria. Muchos de nosotros
hemos dejado tras de sí sueños y esfuerzos ingentes, para quedar en nada al
final. Dejadme recordar cuando aparecieron los primeros síntomas del
desencanto… sí, fue con la guerra de los Balcanes ¿recordáis? Una vez más los
europeos se destripaban entre sí. Un auténtico genocidio. Y nadie, absolutamente
nadie movió un dedo. Asistimos impasibles al horror, impotentes. Todos
mirábamos hacia las jóvenes instituciones europeas y nada. No hubo manera de
concertar una maniobra conjunta. Los días, las semanas y los meses pasaron.
Serbios y bosnios volvieron a escenificar la macabra historia europea, una vez
más. Sólo cincuenta años después de la peor de las barbaries que la humanidad
haya producido. Aún a día de hoy vemos impasibles como se cuece un golpe de
estado en Turquía, cerquísima de casa, que puede tener unas consecuencias
gravísimas para nuestra seguridad y bienestar, y no decimos ni pío. Un incendio
a las puertas de casa y la UE no existe, no actúa, no dice nada. ¿Alguien lo
entiende? No aprendemos. Somos incorregibles.
Pero, ¿todo ha
sido malo? No, claro. Ahí están los fondos europeos que tanto han ayudado a
desarrollar ciertas regiones, menos favorecidas. Pero no puedo dejar de pensar
que, en el fondo, las cuentas no salen. Millones de europeos se encuentran hoy
sumidos en una gran depresión, estupefactos al constatar que sus vidas están
estancadas, que no se ha producido el esperado progreso.
Ha llegado la
hora de la desbandada. Los primeros, claro, los ingleses. El Brexit, una bravuconada de niños de papá
que atizan los bajos instintos de las clases bajas británicas. Inglaterra es el
único país de Europa donde las clases altas miran con desprecio y desdén a las
clases bajas. Incluso hablan otro idioma. La soberbia y la mirada por encima
del hombro de los “chicos de Eaton”. Se creen que aún están en pleno Imperio
británico. Estos ingleses viven en un globo. Los alimenta un quijotismo casi
cómico. Definitivamente se creen superiores. Su salida de la Unión es una
machada, un acto de sublime desprecio y autosuficiencia. O peor aún, un acto de
mezquino egoísmo. Así vamos. Seguimos en las de siempre. Las naciones europeas,
en el fondo, no se respetan entre sí. Se miran una a la otra con una mezcla de
recelo, autosuficiencia y desprecio. Los ingleses sienten superioridad sobre
todos los demás. Los franceses, chovinistas ellos, creen que sus valores son
los mejores. Y miran por encima del hombro a sus vecinos mediterráneos
españoles o italianos, quizás porque se parecen demasiado y les hace sentir
incómodos. ¡Prejuicios y más prejuicios! Y no digamos de los españoles, que
consideran de tercera a sus vecinos portugueses. Así vamos…