Mi homenaje a las víctimas de la
barbarie, sean del signo que sean, pues la violencia es una inmensa corriente
que todo lo invade, desde siempre. No importa que venga desde arriba, provocada
por los grandes imperios, para imponer sus perentorios intereses o desde abajo,
por las muchedumbres oprimidas, en su implacable venganza por los oprobios
recibidos. La violencia es un
fenómeno consustancial a la especie humana. Tiene un comportamiento curioso,
que podría explicarse con las leyes de la física: se comporta como la energía.
Le convienen los conceptos de energía potencial y cinética. La violencia obra
como un movimiento inercial: una vez provocada, tiene una prolongada inercia,
que se ceba principalmente en los inocentes. Este hecho provoca un maremoto de
rabia y rencor, que aviva de nuevo el movimiento. Y así desde la noche de los
tiempos. Es el estigma de nuestra especie.
¡Qué saben ellos!
Asuela la Tierra una tormenta
de sangre y fuego que la furia
desata.
Calcina el rayo ciego de la
rabia
el verde brote de colorida vida
y el odio desparrama sus
despojos.
Decidme en el alma: ¿de dónde
vienen
estos funestos nubarrones? ¿dónde?
¿qué originó estos aciagos
torbellinos?
¿qué mal auguran sendos truenos
en la
triste y desolada lontananza?
Son tenebrosos nubarrones que no
auguran nada bueno; vendaval del
mal
que turbias legiones antes
sembraron.
Viene de la noche de los tiempos
un maremoto que todo lo arrasa.
¡Ay, ay… sembradores del
mal!¡Malditos!
¡Qué saben ellos!, son seres
débiles
que se llevan el mundo por
delante,
egoístas sembradores del odio
¡Qué saben ellos, del daño que
han hecho!
Son hienas de mirada encendida,
bestias de piel hirsuta y mal
aliento,
que despojan a su ilusa víctima,
desaprensivos, egoístas,
malvados,
son el azote de la humanidad.
¡Qué saben ellos del mal que han
sembrado!
Tientan una implacable venganza,
desatarán la tormenta de un
dolor
mal contenido, eco de odio vivo
que golpeará secamente, de nuevo.
Es el triste vaivén del odio y
del mal
que pagarán, ¡ay! otros
miserables,
almas mortificadas por la inercia
de una violencia que nunca cesa
¡Qué
saben ellos, del daño que han hecho!
¡Qué saben ellos de
humillaciones,
de la impotencia del débil, del
dolor,
sufrimiento mantenido en
silencio,
de la frustración de tantas
vidas rotas!
¡Que saben ellos, son almas
corruptas!
No saben ellos que así alimentan
el lacerante rencor de los seres.
Se alzan ofendidos y
silenciosos,
su dignidad mortalmente herida.
¡Son miles, no que digo, son
millones!
¡Qué saben ellos, de los que ya
traman
al acecho de una oportunidad!
Un sórdido murmullo se levanta,
se rebelan las víctimas de la
Tierra,
ya no toleran tanta injusticia.
¡Qué saben ellos de madres que
lloran
sin consuelo a sus hijos muertos!
Así crece el negro resentimiento,
virulento como el ojo de un
huracán
violento giro que el odio
alimenta.
Y así, ciclo perverso que no
cesa,
se duele una trágica humanidad
en la que sólo la ira fermenta.
¡Qué saben del mal que todo lo
arrasa!
pues se llevan el mundo por
delante.
Barcelona, junio de 2017
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